lunes, agosto 4, 2025

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Doble discurso de la Iglesia ante la delincuencia

Por Bernardo Barranco V.

El presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), monseñor Ramón Castro Castro, se deslindó del arzobispo de Morelia, Carlos Garfias, quien insiste en la necesidad de que la sociedad civil y los gobiernos entablen conversaciones con el narco para sosegar la violencia que se vive en muchas entidades del país. 

Las posturas de los obispos quedaron de manifiesto en un taller impartido en la Universidad Pontifica de México (14 y 15 de julio). Unos 40 curas y 30 laicos de distintos estados participaron en el Taller para el fortalecimiento de capacidades de negociación en sacerdotes y agentes, organizado por la Iglesia católica. 

En un comunicado, la presidencia de la CEM aclaró el 15 de julio que el taller no pretendía entablar negociaciones ni diálogos con organizaciones criminales. ¿Por qué del título de “fortalecer capacidades de negociación”? Contradiciendo el enfoque de Carlos Garfias, la CEM pretendió aclarar: “La apuesta no es buscar el diálogo con los grupos delictivos para construir la paz del país, sino socializar metodologías que funcionan con todos los sectores para construir caminos de paz”. 

Garfias y varios obispos ubicados en zonas de alta conflictividad afirman que el objetivo principal es una colaboración entre la Iglesia, las autoridades y sociedad civil, para acercarse a los grupos delictivos, “ayudar a que el delincuente se rehabilite” y mejorar las condiciones humanitarias de la población disminuyendo la violencia en el país. 

El jesuita Jorge Atilano se pliega a la CEM y señala que el objetivo del taller “fue reparar daños y fortalecer la paz desde lo local” en diálogo con actores nacionales e internacionales. Sobre la postura del arzobispo de Morelia, dijo: “Quizá el arzobispo Garfias tiene ese interés de mediar con el narco, pero no es la propuesta oficial”; así lo dijo el también coordinador ejecutivo del Diálogo Nacional. El taller, sin duda, reabrió el episodio de la disputa entre los obispos. 

A partir de los asesinatos de los jesuitas en la Sierra Tarahumara, en Chihuahua, la iglesia ha endurecido su discurso ante la política de seguridad de la 4T y reprocha la creciente militarización del país. Este grupo hizo firmar a los candidatos a la Presidencia de México un comunicado en favor de la paz. La entonces candidata Claudia Sheinbaum lo firmó críticamente y bajo protesta, pues no estaba de acuerdo con los fundamentos del documento. 

Más allá de los matices entre los prelados, se manifiesta un doble discurso. La relación entre Iglesia católica y crimen organizado data de la década de 1970. Con recurrencia aparecen, no sólo escándalos por las llamadas narcolimosnas, sino episodios de mediación con el crimen organizado. 

Recordemos la controversia en la opinión pública y en la clase política sobre las reuniones a inicios de 2024, y los acuerdos que tuvieron los cuatro obispos de Guerrero con grupos delincuenciales como La familia michoacanaLos Tlacos y Los Ardillos. Y más atrás, el entonces obispo de la diócesis Chilpancingo-Chilapa, Salvador Rangel, pactó con los criminales una tregua electoral, para no seguir asesinando candidatos. Hay un olvido político porque la CEM, entonces, apoyó y justificó los encuentros y los pactos entre obispos y organizaciones delincuenciales. 

Hay diferentes criterios entre los obispos mexicanos: algunos, ante la creciente violencia en el país, ven la necesidad local de dialogar y negociar con el crimen organizado; otros obispos se escandalizan o ven inoportuno evidenciar los vínculos históricos. Desde hace 40 años el crimen organizado ha penetrado los aparatos policiales, el Poder Judicial, sectores empresariales, partidos políticos. Es lógico suponer que también ha tocado a las iglesias, en particular a la católica. 

Más allá de matices entre prelados, se manifiesta un doble discurso, porque la relación de intercambios y acuerdos entre obispos y crimen organizado tiene una larga historicidad. Recordemos algunas joyas mediáticas que revelan grandes donativos y prebendas de organizaciones criminales a la Iglesia católica. 

1) 1997. El sacerdote Raúl Soto, canónigo de la Basílica de Guadalupe, indicó en homilía que más mexicanos deberían seguir el ejemplo de los narcotraficantes Rafael Caro Quintero y Amado Carrillo, que entregaron varias donaciones millonarias a la Iglesia. 

2) 1993. El asesinato de Jesús Posadas Ocampo por capos de la droga. 

3) En esas fechas, el padre Gerardo Montaño es el enlace del cártel de Tijuana. 

4) Los misteriosos encuentros de los hermanos Arellano Félix con el nuncio Girolamo Prigione en la sede apostólica de México. Negocian con Carlos Salinas de Gortari en diciembre de 1993. 

5) En 2005 Ramón Godínez, obispo de Aguascalientes y ex secretario de la CEM, reconoció recibir donativos del narco y bendecir el dinero blanqueado. 

6) 2009. El presidente de la CEM, monseñor Carlos Aguiar Retes, recomendaba con insistencia evangelizar el mundo del narco e incorporar a los capos arrepentidos. 

7) Agosto de 2020. El Marro, capo del cartel Santa Rosa de Lima, admite haber dado cuantiosos recursos y terrenos a la diócesis de Celaya. 

8) Agosto de 2022. Norberto Rivera en la mira de la FBI, debido a su estrecha relación con el empresario mexicano Fernando Pyro de la O, señalado por presunto lavado de dinero del narco

Finalmente: ¿La Iglesia ha sido beneficiaria de esta extraña relación con el crimen organizado? Los obispos católicos creen ver desde afuera la violencia desmedida del país ¿No reconocen que la Iglesia misma es también corresponsable del deterioro?

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