José Antonio Meade presentó a su equipo de campaña. En la fotografía “oficial” quien destaca al centro no es Meade, sino Aurelio Nuño. ¿Tan difícil de ver el encuadre, el mensaje? Así la presentación, a ver el resto.
Los coordinadores generales uno y dos son Nuño y Eruviel Ávila; la coordinadora de redes, Alejandra Lagunes, en el mismo papel que desempeñó en la campaña y presidencia de Enrique Peña Nieto, quien por cierto nunca ha visto horas altas en esas plazas virtuales, antes, es rey de memes groseros y episodios grotescos. Ella dirigirá lo mismo ahora con Meade.
Alejandra Sota, eficiente coordinadora de comunicación en la segunda mitad del sexenio calderonista, será la encargada de medios, es conocida y conoce, podrá operar bien junto con Eduardo del Río si los dejan.
Javier Lozano será el capitán de los voceros. En el PRI no hubo para candidato a la presidencia propio, menos para la CDMX, ayer se confirmó que fajadores de palabra y pensamiento pues tampoco hay.
En la línea de asesores políticos marca PRI, José Ramón Martel queda al frente junto con Enrique Jackson, Heriberto Galindo (suegro de Mikel Arriola) y Augusto Gómez Villanueva, ADN tricolor con maña de dinosaurio garantizado para enfrentar a panistas adultos, como Diego Fernández de Cevallos.
Queda por verse si con un equipo que se juega futuro y vida al lado de Meade, más el batallón de próximos legisladores, Osorio, Beltrones, Gamboa, Cisneros, Paredes, González Zarur y Viggiano, que van a escaños y curules garantizados al margen de la suerte del ciudadano Meade, la campaña tricolor da color, si se percibe más competente y competitiva, un asunto que depende de otros factores, desde el hundimiento de Ricardo Anaya bajo asedio legal serio, no de risa loca como nerviosa y machaconamente repite, como hasta del desempeño de un aséptico candidato (o dos si es que Mikel quiere aportar aun sin ganar en la capital), que requiere de dosis mucho mayores de emoción. Razón ya tienen, les falta lo otro, aquello que ilusiona y moviliza a ese extra necesario sobre la base del voto duro de la estructura priista.
En otra esquina del cuadrilátero electoral, el trilingüe merolico en que se convierte Ricardo Anaya cuando está nervioso, el asunto de su talento inmobiliario y olfato financiero se está complicando; ayer el jefe del Sistema de Administración Tributaria (SAT), Osvaldo Santín, reveló que la empresa que compró por 54 mdp lo que había vendido en 10 el talentoso Anaya (con una nave industrial adicionada) es una entidad inscrita en el padrón de las denominadas “fantasma”, sí, de ésas que los corruptos fustigados por el verbo del joven panista utilizan para triangular, despistar, evadir y lucrar, fachada legal, guarida fiscal.
Pesadilla de la cual no despierta el candidato presidencial, sueño que va de jocoso a tenebroso. ¡Órale!, diría el payaso ídem.
Carlos Urdiales