El tipo de cambio peso -dólar puede enfrentar una “volatilidad significativa”, especialmente durante el primer semestre de 2018 y con ello podría resultar necesario hacer ajustes adicionales “incluso a muy corto plazo” a la tasa de referencia que fija el Banco de México (BdeM), advirtió Javier Eduardo Guzmán Calafell, subgobernador de la institución.
Al presentar este lunes en Londres una exposición titulada “La política monetaria de México: perspectivas y desafíos” durante la Cuarta Conferencia de Mercados Locales de BBVA en América Latina, difundida aquí por el BdM, el funcionario sostuvo que por factores internos y externos, las presiones sobre el peso mexicano se han reanudado en los últimos meses, en un entorno caracterizado por una mayor volatilidad.
“Si bien se proyecta un fuerte descenso para 2018, las expectativas de inflación para fin de año han aumentado”, comentó. En el balance de riesgos que el Banco de México realiza al respecto, dijo que se toma en cuenta la incertidumbre por la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) o los resultados adversos que se obtengan porque “pueden afectar la trayectoria de la inversión”.
También alertó que la demanda interna en México podría verse afectada por preocupaciones por el proceso electoral así como una potencial volatilidad en los mercados financieros internacionales, eventos de naturaleza geopolítica, la normalización de la política monetaria de Estados Unidos y los efectos potenciales de su reforma fiscal.
Así que la política monetaria será implementada y deberá ajustarse continuamente en un contexto de mayor incertidumbre en los próximos meses y debe considerar las lectura de alta inflación, la persistencia de las presiones al respecto y también la desaceleración que atraviesa la economía nacional.
La economía mexicana “continúa registrando tasas moderadas aunque debilitadas de crecimiento”, aún cuando en 2017 se desaceleró menos que lo anticipado y se prevé un crecimiento económico gradual tanto para 2018 como para 2019, dijo.
Guzmán Calafell sentenció que “más allá de las acciones de política económica, se necesitarán otras medidas para lograr un desarrollo adecuado y sostenible en las tasas de crecimiento económico de México”. Entre ellas destacó que se debe asegurar la fortaleza a largo plazo de las finanzas públicas, preservar la estabilidad financiera, consolidar las reformas estructurales en áreas clave pero también combatir la inseguridad y corrupción.
El consumo interno y las exportaciones continúan sosteniendo la demanda agregada pero comentó que “se observan algunos signos de desaceleración” y la inversión se mantiene débil. En cuanto a la oferta, destacó que hay contracción en la industria que se contrarresta con el desempeño favorable del sector servicios.
El subgobernador recordó que la economía mundial logró en 2017 su expansión más rápida en los últimos seis años y se prevé que se fortalecerá , aunque de manera moderada en este año y el siguiente, además de que se recuperaron los precios de los productos básicos, como el petróleo.
Pero insistió en que hay riesgos a la baja como la normalización de la política monetaria de economías avanzadas, las implicaciones de un giro al proteccionismo, la sobrevaloración de los activos financieros de varios economías avanzadas y emergentes así como persistentes tensiones geopolíticas.
Ante los inversionistas internacionales explicó que las presiones inflacionarias en México son resultado de la depreciación del peso, el alza en el precio de los energéticos, los ajustes al salario mínimo, efecto de los precios en los servicios de telecomunicaciones y el incremento en los precios agrícolas. Con ello la tasa de referencia del BdM ha aumentado 425 puntos base desde diciembre de 2015 y el último ajuste a la alza se hizo el mes pasado, pero el subgobernador ponderó que “la tasa de referencia real permanece dentro de las estimaciones de la tasa de política monetaria a largo plazo”.