Hay motivos para que la relación México-EU a nivel gobiernos esté pasando por un proceso complicado y tenso.
La clave va a estar en que prevalezcan los mecanismos diplomáticos. No sirve de nada un pleito de callejón. Algunos legisladores republicanos y uno que otro demócrata han lanzado fuertes críticas al gobierno particularizándolas en López Obrador, las cuales en algunos casos se ha insinuado de manera grosera la posibilidad de una intervención para resolver un problema que es de dos.
El Presidente ha planteado que en caso de que prevalezcan las singulares críticas de los republicanos se haría una campaña entre los mexicanos que viven en EU para que no se vote por ningún candidato republicano.
El asunto es cuestionable, porque de nuevo entramos en terrenos de la intromisión de dinámicas de otros países, a la vez que lanzamos un reto que muy probablemente nos dejaría expuestos, al tiempo que no queda claro en lo más mínimo qué efecto tendría entre los paisanos esta estrategia.
No es que no se deba responder de manera firme ante las insinuaciones que han venido dándose por parte de algunos republicanos. Lo que importa es cómo hacer las cosas, lo cual exige firmeza, sensibilidad, inteligencia y diplomacia.
Lo que se está haciendo es tomar una vía que no pasa por la diplomacia y el diálogo directo como de hecho se hizo ayer. El Presidente se reunió en Palacio Nacional con algunos legisladores republicanos y demócratas, en tanto que en Washington se llevó a cabo una reunión también con legisladores y autoridades de la Unión Americana y con un buen número de cónsules mexicanos acreditados en EU.
Es un hecho que estamos en medio de una situación particularmente complicada. En EU han empezado a aparecer como en pocas ocasiones en su historia el gran problema de las adicciones esto con toda razón ha generado un clima de alarma.
El fentanilo está cambiando el paradigma. No es una droga cualquiera es peligrosa y adictiva, a lo que se suma que es utilizada en medicamentos para atender situaciones de salud de enorme complejidad.
A esto se suma que se han venido presentando hechos de violencia en el país en que se han visto involucrados ciudadanos estadounidenses que han sacudido a ciertos sectores de la opinión pública de EU que se habían mantenido distantes de la dinámica mexicana. El caso García Luna de ser un tema menor ante lo que ha venido sucediendo se expandió. La razón está en que lo que se dijo a lo largo del juicio evidencia la brutal interrelación de complicidad entre las autoridades y las bandas delictivas, la cual para muchos se mantiene en el mismo nivel actualmente.
Quizá algo que esté sucediendo es que se va tomando conciencia de lo que pasa en nuestro país bajo miradas propias de la vida estadounidense en donde sólo se ve lo que sucede al interior de sus cuatro paredes. Empiezan a alarmarse de la vecindad pasando por alto sus responsabilidades, algunas de las cuales tienen que ver con la falta de mecanismos de control interno para el tráfico de drogas y además de la venta de armas; es inevitable remitirse a aquello de que México pone a los muertos, mientras EU a los consumidores.
EU está viviendo una crisis de adicciones como en pocas ocasiones en su historia reciente. Con la guerra de Vietnam se presentaron escenarios de esta naturaleza, pero están lejos de lo que significa el consumo del fentanilo.
Para México es un asunto que requiere de firmeza y de la defensa de sus intereses. Requiere de la diplomacia antes que meternos en una bronca de callejón alentando a la tribuna. Requiere que el Presidente vea el asunto de manera integral y tome en cuenta a todas las fuerzas políticas y sociales de la sociedad. Es un asunto para sumar no para restar.
RESQUICIOS.
La restitución de Edmundo Jacobo en el INE es en sentido estricto un caso de justicia. Lo que viene ahora son las determinaciones de la Corte ante el Plan B, asunto sobre el que no se aprecia por ahora el desenlace.
Por
JAVIER SOLÓRZANO
Javier Solórzano es uno de los periodistas mexicanos más reconocidos del país, desde hace más de 25 años. Licenciado por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales por la Universidad Nacional Autónoma de México, cursó estudios en la Universidad Iberoamericana y, hasta la década de los años 80, fue profesor de Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana.