Por Témoris Grecko
Este artículo de Zedryk Raziel ( https://bit.ly/4fGhbS4 ), que muestra el tras bambalinas de la 4T ante la votación de la Reforma Judicial en la Suprema Corte, revela serenidad, responsabilidad e inteligencia en el equipo Sheinbaum.
Precisamente lo que faltaba entre los ministros de la Corte.
Hay dos hechos incontestables, que en la oposición quisieron obviar:
– La SCJN siempre había rechazado que el fondo de las reformas constitucionales pudiese ser impugnado, y ahora estaba cambiando ese criterio;
– y lo estaba haciendo en abierto conflicto de interés: los jueces que decidieron alterar su práctica tradicional eran directamente afectados por la reforma, tomaban una ruta inusual, cuestionada, incierta y muy peligrosa para proteger no solo el sistema, sino a sí mismos.
Así empujaban una crisis constitucional sin precedentes, para la que la Carta Magna no prevé una ruta de salida. Sin un acuerdo entre ese poder y los otros dos, cualquier desenlace hubiese sido ilegítimo y dejado en duda la institucionalidad del país, la certeza de la ley y el ejercicio de la autoridad. Gravísimo.
En la cúpula de la 4T, como sabíamos y ahora comprobamos en el texto de Raziel, tampoco faltan quienes apostarían al choque frontal, confiados en la fuerza de su mayoría y sin importar las consecuencias. Tenían las de ganar como facción, aunque el país perdiera.
Prevaleció el sector con mayor amplitud en su perspectiva política, el que buscó y encontró la forma de evadir la crisis constitucional utilizando no solo la mayoría, sino las herramientas institucionales disponibles. Fundamentalmente, el fin legal del periodo del ministro Aguilar, que sería reemplazado con un afín para romper la mayoría de bloqueo en la SCJN.
En realidad, la facción de Norma Piña, que pasará a la historia por su torpeza y falta de escrúpulos, desde el principio tuvo la lucha perdida.
Solo el voto congruente del ministro Alberto Pérez Dayán les evitó esa humillación a los piñistas, y al país, un retraso abundante en sacudidas políticas y vaivenes económicos, que debilitaría al gobierno de Sheinbaum y a México ante la victoria de Donald Trump.
Qué bueno que no nos forzaron a transitar por ahí y que las desencaminadas maniobras de Piña y asociados llegaron a nada.
Y qué bueno saber que, ante un escenario tan espinoso y la propuesta de algunos de atravesarlo con bulldozer, aplastando rivales y legitimidad, Sheinbaum y los suyos usaron la cabeza y se apoyaron en la templanza y la ley.
Son signos alentadores de este gobierno que empieza.
(Aunque hay un lado flaco: el plan D preveía resolver algunos aspectos complicados de la reforma judicial. A ver cómo le hacen ahora.)