El siglo XX fue el siglo estadunidense. El XXI ya es el siglo asiático. ¿Qué significa esto? “En muchos sentidos, el final del siglo XX y el comienzo del XXI representan una especie de desastre para Estados Unidos y Europa, que libraron la fatídica lucha por mantener sus posiciones en los territorios vitales que unen Oriente y Occidente”.
Así, Peter Frankopan, el primer gran historiador del siglo XXI, encabeza la conclusión de su libro El Corazón del Mundo: Una Nueva Historia Universal.
Paralelamente, según él, existe una falta de visión en Occidente respecto a la historia global. Sin embargo, lo que presenciamos son los dolores de parto de una región que antaño dominó el panorama intelectual, cultural y económico y que ahora está resurgiendo. Observamos señales de un cambio en el centro de gravedad mundial, que regresa a donde ha estado durante milenios.
Hoy, las rutas de la seda están en auge. En el mundo actual, las decisiones verdaderamente trascendentales no se toman en París, Londres, Berlín o Roma, como hace 100 años, sino en Pekín y Moscú, en Teherán y Riad, en Delhi e Islamabad, en Kabul, Afganistán, Ankara, Damasco y Jerusalén. “El pasado del mundo fue moldeado por lo que ocurrió a lo largo de las rutas de la seda, y lo mismo ocurrirá en el futuro”.
Estos son tiempos de esperanza para toda Asia. En dicho continente, las rutas de la seda son omnipresentes. Ya vivimos en el siglo asiático, una era en la que el PIB mundial está pasando de las economías desarrolladas de Occidente a las de Oriente a una escala y velocidad impresionantes. Para 2050 la renta per cápita se sextuplicará en Asia, duplicando su participación en el PIB mundial. Así, Asia recuperará la posición económica dominante que ostentaba hace unos 300 años, antes de la revolución industrial.
Una de las características predominantes del siglo XXI es el declive de la hegemonía que Estados Unidos ostentaba en el siglo pasado. Parte de este declive se debe a que en ese siglo existía un equilibrio, característico de la guerra fría, basado únicamente en el poder militar de la Unión Soviética.
En este siglo, el nuevo equilibrio entre ambos bandos tiene un carácter distintivo. En primer lugar, porque los BRICS incluyen el poder militar de Rusia, la fortaleza económica y tecnológica de China y la capacidad de articulación política de Brasil, seguido por decenas de otros países.
La tendencia a futuro es favorable para los BRICS y desfavorable para el bloque liderado por Estados Unidos. En América Latina, ni siquiera la victoria de un candidato de derecha en Chile basta para cambiar el equilibrio de poder general en el continente, que sigue determinado por la presencia de Brasil y México –dos de los tres países más importantes del continente–, seguidos de Colombia, Venezuela y Uruguay.
Así, en comparación con el siglo pasado, la tendencia apunta al fortalecimiento de las fuerzas progresistas de izquierda y al debilitamiento del bloque liderado por Estados Unidos.



