En la pluralidad no tiene cabida buscar suprimir a quien discrepa y ejerce su derecho a la crítica. Una prensa digna, debería ser aquella que informa, sustenta y alienta el debate desde los argumentos y no desde los adjetivos, diatribas y juicios sumarios. El intercambio de opiniones puede ser intenso e incluso ríspido, pero siempre civilizado.
Los abusos de poder tendrían que registrarse y cuestionarse siempre y no a conveniencia. Quien se ufana de valentía dentro del periodismo, denuncia frontalmente con nombres y apellidos y no se escuda en denuestos generalizados y el discurso de odio, aun cuando se trate de géneros de opinión, subjetivos por antonomasia. ¿A qué nos referimos?
1.- El pasado viernes 15 de diciembre, en su colaboración para Sin Embargo, Epigmenio Ibarra alude a una “comentocracia”, adjetivo acuñado por quienes dentro de los medios y las redes sociales simpatizan con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, para referirse a sus críticos. Los acusa, entre otras cosas, de intentar “descarrilar la cuarta transformación”, manipular, deformar y apelar a los más primitivos instintos de una sociedad golpeada por la violencia. Según él, los integrantes de esa “comentocracia” nunca han salido a las calles a “jugarse el pellejo”, siguen siendo personeros pagados por el viejo régimen y controlan la mayor parte de los medios de comunicación. Por lo tanto, su conclusión es que en la democracia, la llamada “comentocracia” no debe tener cabida, es decir, los columnistas y presentadores de radio y TV, que la conforman. La democracia real, dice, exige algo que ellos no han sido capaces de hacer: una prensa digna e independiente que se planta frente al poder.
El director de Argos evade su responsabilidad periodística y civil de dar los nombres de quienes integran la perversa “comentocracia” a la cual le atribuye ser corresponsable de todos los males del país; en cambio utiliza expresiones como “les quitaron el bozal y la correa”, para despertar esos instintos primitivos que tanto acusa en su contraparte. Él, que hace mucho cambió el periodismo por el activismo, que más de una vez ha descontextualizado información e imágenes para construir su línea discursiva, determina quién debe o no tener cabida. Su nivel de compromiso con el gobierno en turno, difícilmente le permitirá mostrarse como alguien independiente que se plante frente al poder. No obstante, sus seguidores tienen derecho a leerlo y celebrarle lo que escriba.
2.- El desencuentro que protagonizaron el pasado 12 de diciembre Gibrán Ramírez y Denise Dresser en el programa “Es la hora de opinar” de Leo Zuckermann, dejó en evidencia el déficit de madurez en los debates entre quienes tienen posturas divergentes. Ambos tuvieron desplantes de soberbia; ella hacia él al tratar de descalificar sus opiniones a causa de su edad y él hacia ella, por sentirse con la superioridad moral que le otorga simpatizar o ser parte de “la cuarta transformación”. Sin embargo, en la batalla dentro de la redes, Dresser salió perdiendo; dominadas por los adeptos de la 4T, le llovieron no solo las críticas sino las descalificaciones con tintes misóginos. Si bien contra Gibrán también hubo algunas expresiones negativas, fueron las menos. Tanto GIbrán como Dresser deben ser libres de expresar sus puntos de vista sin ser atacados y otro tanto aplica para quienes simpatizan con uno y otro.
3.- La mayor parte de las voces de la prensa militante que en septiembre de 2014 levantaron la voz por todo lo alto con el acto de prepotencia de utilizar el Zócalo como estacionamiento por parte de los invitados al mensaje de Enrique Peña Nieto, cuatro años después guardaron silencio cuando diputados y senadores de Morena, se estacionaron en doble y triple fila en las inmediaciones de la Plaza del Constitución para entrevistarse con el presidente en Palacio Nacional el 12 de diciembre. No había posibilidad de subirse a la plancha porque estaba cercada con vallas, para los preparativos de un concierto programado para este fin de semana. También guardaron silencio cómplice ante la agresión al vehículo del director de Comunicación Social del Consejo de la Judicatura, a quien se confundió con un ministro de la Corte. Ningún grado de indignación por los salarios de los integrantes del Poder Judicial, debe justificar la violencia. No valen los pretextos de que “los otros también lo hacían” o que “apenas están empezando”, los abusos eso son y deben denunciarse, sea quien sea el que los cometa.
4.- Al pretender hacer un análisis del presupuesto del próximo año en Sin Embargo, Sanjuana Martínez, quien se presenta a sí misma como una periodista crítica al poder, no escatima elogios para el presidente Andrés Manuel López Obrador que “no olvida a los necesitados” y en su primer paquete presupuestal, según su perspectiva, pondrá fin a los privilegios de los ricos y pondrá el acento en lo social para acabar con la desigualdad.
Emulando a su compañero, Epigmenio Ibarra, lanza epítetos y adjetivos a un grupo de periodistas e intelectuales orgánicos, a los cuales “se les acabó su mina de oro” y por eso están “rabiosos” y “coléricos”; no dice quiénes son ni en qué medios trabajan, pero según sus palabras, le produce placer imaginarlos “verdes como El Grinch” ante los planes de López Obrador para producir petróleo y para instrumentar programas sociales. Busca hacer partícipe a sus lectores de sus ánimos revanchistas contra esa “comentocracia” que ahora deberá trabajar para dejar de vivir del erario.
Es evidente que al momento de escribir su texto, a la autora le pasaron de noche las expresiones de inconformidad de la UNAM y la ANUIES por el recorte de recursos a las instituciones de educación superior. Registrarlas es un deber ético para quienes hagan periodismo.
Pese a que sus artículos se rigen desde hace mucho tiempo por el odio, y no por la denuncia fundada, a Martínez le asiste el derecho de tener espacios dónde hacer esos ejercicios de catarsis, que sin duda, tendrán eco en ciertos sectores.
En concreto, en el periodismo plural cabe la prensa militante y la oficialista, con sus expresiones más radicales. Y con mayor razón debe caber aquella que busca el equilibrio entre una y otra. La sociedad mexicana no es monolítica y de todo ese universo debe tener la libertad de elegir lo que le plazca. Asimismo, todo ese espectro es y debe seguir siendo objeto de escrutinio y de crítica. Intentar acallar o suprimir a quien disiente, es un acto autoritario que no pasará. Los 30 millones de votos no son ni serán un salvoconducto para la censura.
Angélica Recillas