Por Tere Vale
Es un hecho que una mujer será presidenta de México a partir del 2024. Sin embargo, de los grandes temas que hay que atender urgentemente para más de la mitad de la población se habla muy poco. Casí parecería que la agenda de la mujer es la agenda olvidada. No solo hay que hablar más de los pavorosos feminicidios o de la desigualdad laboral o de la violencia contra nosotras o de los muchos problemas que nos afectan gravemente. Se esperaría que las mujeres que aspiran a gobernarnos más que hablar comenzaran el diseño de una serie de políticas públicas sobre asuntos que es importante atender. Sé que el baño de sangre que sufre nuestro país o el cada vez más grave problema migratorio es de necesaria y urgente resolución, desde luego, estos son temas que nos atañen a todos hombres y mujeres, pero nosotras siempre resultamos las más afectadas en cualquier caso y ahora más cuando un presidente misogino nos gobierna. Y sé bien lo que digo; en está administración se prefiere a las colaboradoras obedientes y dóciles ante las indicaciones del todopoderoso, muy por encima de mujeres que con criterio propio puedan responsabilizarse de sus encargos. Ejemplos dentro del gabinete (y ahora fuera de él) hay muchos que confirman mi afirmación.
Un serio problema que enfrentamos en nuestro país es, por mencionar alguno, el embarazo adolescente. México ocupa el primer lugar mundial en embarazos de jovencitas de 15 a 19 años, según datos de la OCDE. El 23% de nuestras niñas inician su vida sexual entre los 12 y 19 años, en promedio a los 14.6 años. Lo más preocupante es que, de acuerdo con datos de la UNAM (Boletin DGCS-729), el 97% de las jovencitas no emplean ningún método anticonceptivo en su primera vez.
El embarazo no intencionado (tanto el no planificado como el no deseado) en adolescentes es un problema de salud pública en todo el orbe. Los embarazos repetidos en este grupo también ocurren con frecuencia y están relacionados con mayores riesgos para madres adolescentes y sus bebés. Las muertes relativas al embarazo y al parto representan la causa número uno de muerte en mujeres de 15 a 19 años de edad en todo el mundo, con casi 70 mil muertes anuales. Al menos dos millones más de mujeres jóvenes, como consecuencia del embarazo y el parto, desarrollan una enfermedad crónica o una discapacidad que puede hacerles padecer sufrimiento de por vida, vergüenza o abandono. Las mujeres primerizas más jóvenes, físicamente inmaduras y a menudo con pocos recursos, tienen el mayor riesgo.
Muchas adolescentes quedan embarazadas y tienen hijos antes de estar los suficientemente maduras física, emocional y socialmente para ser madres. En muchos casos, el embarazo a menudo resulta de relaciones sexuales forzadas, o que se concretan mediante violencia, abuso o coerción. Las madres adolescentes, nos dicen estas investigaciones, tienen mayor probabilidad de tener un bajo rendimiento escolar o de plano abandonar la escuela. Muchas de ellas son hijas de madres con educación escolar limitada y antecedentes de embarazos adolescentes no deseados también.
La agenda de la mujer en 2024-2030 debería estarse preparando hoy para involucrar a padres y madres de adolescentes, a prestadores de salud y desde luego a los maestros, para lograr el diseño de políticas públicas que establezcan programas prácticos, preventivos y culturalmente adecuados. Se trata de garantizar buenos resultados a través de la educación sexual a las y los adolescentes.
La grilla, el barullo, el adoctrinamiento, las disputas y las ambiciones, en fin, el ansia de poder de los aspirantes no son buenos consejeros para atender los graves problemas de México, digo yo.