Es evidente que la estrategia para enfrentar el robo de combustibles a Pemex no estuvo bien diseñada, ni por los alcances ni por los tiempos para instrumentarla. Por más que en redes sociales hay hordas de “expertos” en distribución de gasolina que, ante cualquier crítica a la citada estrategia, lo primero que les viene a la mente es que quién argumenta o enarbola dicha crítica es porque es huachicolero. No están dispuestos a aceptar que sí, que la estrategia estuvo mal diseñada, que generó perjuicios importantes sobre la población en general.
Ahí están las imágenes de automovilistas varados por horas en diversas ciudades de nuestro país, impotentes ante el evidente desabasto de combustible en esas ciudades. Todo indica que alguien en el gobierno federal subestimó en forma importante el desajuste que se provocaría con las medidas implementadas para combatir el robo de gasolinas y más grave aún que parece que se les olvidó informar de lo que se aproximaba en cuanto al desajuste en el abasto de gasolina a las autoridades locales y, sobre todo, a la población en general.
Que no haya confusiones, al criticar el mal diseño e instrumentación de la estrategia contra el huachicoleo no significa que uno defienda esta actividad criminal. El costo que han pagado miles de consumidores ha sido enorme, en primer lugar por el tiempo que han invertido para estar formados para esperar que les surtan gasolina en determinada estación de servicio, es un tiempo que tiene un valor intrínseco que no se puede despreciar, pues ello ha significado que dejen de realizar actividades productivas que normalmente habrían estado llevando a cabo durante ese tiempo; en segundo lugar, porque hay familias que no pudieron regresar a tiempo a sus ciudades de origen en los últimos días del periodo vacacional de fin de año. Para todos esos miles de consumidores, en los hechos, han sufrido un gasolinazo que no se puede minimizar.
El problema se agrava cuando las autoridades no sólo se ensimisman y se niegan a aceptar que se cometió un error, sino que insisten en manejar la cuestión como algo muy temporal y que no es verdad que haya el desabasto que miles de personas denuncian, para muestra ahí está el penoso comunicado de Pemex del domingo pasado. Para su mala suerte, ahí están las benditas redes sociales, como el propio presidente López Obrador las calificó, para exhibir con imágenes los cientos de sitios en los que ya sea en Jalisco, Guanajuato, Michoacán, Querétaro, Estado de México, Tamaulipas, Hidalgo o Puebla se observan grandes cantidades de vehículos formados para poder ser cargados con lo que ahora pudiera considerarse el preciado combustible.
En este contexto del desabasto de gasolina, bien vale la pena también hacerle notar a esos fanáticos irreflexivos, que hoy celebran que la gasolina esté bajando de precio en algunas ciudades, que si bien es cierto que están bajando, ello ocurre gracias al modelo de apertura del mercado de combustibles en nuestro país que se introdujo en el marco de la reforma energética; que si bien los precios han bajado, no han bajado en la misma proporción que la reducción del precio promedio de la gasolina en Estados Unidos, que en el último mes se redujo en 8.2%, mientras que en Monterrey, por ejemplo, apenas disminuyó 0.6% en el mismo lapso. Así que el presidente López Obrador, que cuando era candidato fustigaba la política fiscal utilizada para los precios de los combustibles en México y utilizó el tema como uno de los ejes de su campaña, ahora utiliza la política fiscal para evitar que las reducciones en el precio de la gasolina en Estados Unidos se trasladen al mercado mexicano. Entonces, en materia de gasolina ¿en qué quedamos, aceptamos los errores o tragamos sapos?
Gerardo Flores Ramírez
gerardo.flores@senado.gob.mx
Senador de la República