domingo, diciembre 22, 2024

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The Post y la libertad de prensa

The Washington Post es un conglomerado de medios estadunidense. El diario del mismo nombre, se publica en la capital de aquel país desde 1877 y se especializa en la política nacional. Es uno de los medios de mayor tradición e influencia en Estados Unidos y se le ubica en el espectro político liberal. En sus páginas han escrito diversas luminarias merecedoras de múltiples distinciones. En octubre de 2013, Jeff Bezos, dueño de Amazon, compró The Washington Post, con el enfoque de transitar a la era digital y ganar más lectores dentro y fuera de Estados Unidos. A partir de diciembre de 2015, la sede del consorcio se reubicó en un espacio nuevo, también en la capital estadunidense, donde pudiera albergar tanto al capital humano como tecnológico conforme a la idea de Bezos.
Pero hagamos un poco de historia. En 1972, Katherine Graham, a la sazón presidenta de The Washington Post Company –cargo que asumió cuando su esposo, quien sustentaba dicha responsabilidad, se suicidó-, decidió apoyar a dos de sus colaboradores, Carl Bernstein y Bob Woodward, quienes documentaron el caso Watergate. Pese a las presiones de la administración de Richard Nixon, que incluyeron amenazas de retiro de las licencias de televisión que poseía la empresa, Graham mantuvo la postura de preservar la independencia del diario y, al final, el 9 de agosto de 1974, el mandatario dimitió a la presidencia. Tras este suceso, The Washington Post se convirtió en una de las publicaciones periódicas más aclamadas en la Unión Americana, pese a no ser un diario de circulación nacional -su base de lectores se asienta en la capital y los estados de la costa oriental del país.

El tino de Graham para tomar decisiones, no se limita al episodio Watergate. A pesar de que su llegada a la jefatura del diario estuvo plagada de críticas y comentarios sexistas que incluían la imposibilidad de que ella saliera avante ante semejante responsabilidad, desarrolló acciones determinantes para posicionar a The Washington Post como una de las publicaciones más prestigiadas de la nación. Así, antes del escándalo Watergate, Graham cerró filas con The New York Times en la divulgación del Informe del Pentágono sobre la Guerra de Vietnam. Es sobre este hecho que Steven Spielberg nos obsequia The Post. Los oscuros secretos del Pentágono (2017) con la siempre excelsa Meryl Streep encarnando a Graham y Tom Hanks en el papel del editor en jefe del diario, Ben Bradlee.
La película, ambientada en los años 70, en el marco de la polémica Guerra de Vietnam, narra el escándalo generado luego de que The New York Times divulgara un estudio que el Secretario de Defensa de EEUU, Robert McNamara, comisionara a la RAND Corporation en torno al desarrollo del conflicto. En la película se observa a un McNamara (Bruce Greenwood) apesadumbrado, que incluso, reconoce entre sus allegados, que la Guerra de Vietnam no va a ningún lugar y que Estados Unidos está haciendo muy mal las cosas en aquel lugar.
McNamara es amigo personal de Katherine Graham y le confía que sabe que está por divulgarse el citado informe por parte de The New York Times. McNamara busca que Graham lo ayude, posiblemente publicando comentarios favorables sobre él o la guerra. Paralelamente, Graham lucha por hacer valer su autoridad en The Washington Post, donde los ejecutivos de la empresa manifiestan sus dudas sobre las dotes gestoras de la mujer. El consorcio está solicitando un cuantioso préstamo al banco para lograr solvencia económica.
Una vez que The New York Times empieza a divulgar los archivos secretos del Pentágono, Ben Bradlee considera que The Washington Post debe hacer sus propias indagaciones, instruyendo para ello a Ben Bagdikian (Bob Odenkirk), colaborador del diario, a que encuentre los documentos. Bagdikian, quien tiene contactos en la RAND Corporation, eventualmente llega a tener acceso a la totalidad de los archivos. El dilema entonces es, para Graham, publicarlos o no, dado que el gobierno de Richard Nixon ha interpuesto un recurso legal contra The New York Times, a quien prohíbe revelar más información, porque ello daña, según el gobierno, a la seguridad nacional de Estados Unidos.
Es así que se desata una verdadera tormenta en The Washington Post. Por un lado están los accionistas de la empresa, quienes temen represalias del gobierno de Nixon -a quien se puede ver en la película, en la Casa Blanca, de espaldas, llamando a su consejero y amigo personal Henry Kissinger, a quien le dice que va a aplastar a The New York Times y demás medios que se atrevan a divulgar los archivos secretos. Temen también que quienes están financiando al diario -a propósito del crédito recién obtenido- retiren los recursos otorgados. Por otro lado están Ben Bradlee y Bagdikian, quienes piensan que hay que secundar a The New York Times y divulgar otras partes de los archivos.
La Katherine Graham de Meryl Streep es una mujer acomplejada, insegura y nerviosa. Se le ve, en el inicio de la película, temerosa de hablar en las reuniones con los accionistas de la empresa -todos ellos hombres. Pero a medida que se desarrolla la trama, Graham poco a poco encuentra el valor para enfrentar a su amigo personal McNamara y seguir adelante con la divulgación de los documentos. Gracias a esa decisión, los tribunales validaron que “la prensa sirve a los gobernados, no a los gobernantes” y que los archivos secretos debían seguir siendo publicados.
Dejando de lado que por momentos se exagera en la película el papel que tuvo The Washington Post en este episodio, toda vez que la mayor parte del crédito en la divulgación de los archivos secretos recae en The New York Times, esta producción es importante por varias razones. En primer lugar, por esa frase lapidaria, casi al final de la misma, donde se reafirma la distancia que debe existir entre los medios y los gobernantes, amén del derecho que tiene la población, a la información. En segundo lugar, por el mensaje anti-Donald Trump de la película: el polémico mandatario ha declarado que The New York Times, The Washington Post y CNN son “enemigos del pueblo”, al cuestionar es distintos momentos a la administración en curso. Que Spielberg se esmerara en reiterar, a lo largo de The Post, el papel crucial que desempeñaron The New York Times y The Washington Post para revelar las mentiras de diversos gobiernos -no sólo el de Nixon- en torno a la Guerra de Vietnam, permite, a las nuevas generaciones, entender que antes que lo afirmaran y demostraran Julian Assange, Wikileaks y Edward Snowden se han cocinado muchas decisiones en el vecino país del norte a base de mentiras, corruptelas, espionaje y demás con el argumento de proteger la seguridad nacional del país

En tercer lugar, me permito destacar la importancia de los medios que a través de un periodismo de investigación serio permiten a la sociedad contar con las herramientas para llamar a cuentas a sus autoridades. Claro, hay de medios a medios, y los hay que se preocupan más por vender una imagen que por genuinamente ser proveedores de información veraz. Otros más operan como vocerías de los gobiernos. Pero, en cualquier caso, The Post es un testimonio de la relevancia que tiene el periodismo bien documentado, en momentos, como el actual, en que fluyen las noticias falsas y sin fundamento, pero que logran una preocupante resonancia en el mundo. En la película, el tema de “la fuente” de los archivos secretos es medular y ese es un recordatorio de la ética con la que un periodista debe conducirse. En suma, en The Post, Spielberg nos convoca a traer de vuelta el periodismo de calidad, comprometido, capaz de llegar hasta las últimas consecuencias, de cara a la responsabilidad social que tienen los medios.
Para quienes vimos aquella producción de Alan Pakula, Todos los hombres del presidente de 1976, con Dustin Hoffman y Robert Redford caracterizando a Bersntein y Woodward en el escándalo Watergate, The Post viene siendo una especie de precuela. Alguien me decía que The Post le parecía una película remota, hecha a destiempo, que habría sido mejor realizar, si no en el marco de la Guerra de Vietnam, por lo menos al mismo tiempo que las producciones de Oliver Stone como Pelotón (1986) o Nacido el 4 de julio (1989). No estoy de acuerdo. Yo creo que la historia no sólo se debe interpretar “hacia atrás” o para hablar del pasado: la historia importa en el presente y es una herramienta para que hoy podamos apoyarnos en ella y construir un mundo mejor. Personalmente celebro The Post y este es un inmejorable momento para ver, aprender y disfrutar de esta película.
Spielberg a mí me parece un realizador versátil, un genuino Rey Midas, director y productor de decenas de películas, que lo mismo nos pueden conmover en Encuentros cercanos del tercer tipo (1977) o E. T. el extraterrestre (1982); que hacernos vivir numerosas aventuras de la mano de Indiana Jones (1981, 1984, 1989 y 2008); pasando por las que nos hacen pensar sobre las miserias del ser humano como El color púrpura (1985) y La lista de Schindler (1993); además de biopics como Lincoln (2012); y memorables recuentos de la guerra fría como Puente de espías (2015). A estas cuidadas producciones se suman otras insufribles, que, supongo, fueron hechas más con el simple afán de entretener y/o incrementar la fama y la fortuna personal de Spielberg, quien, para mi gusto, está más allá del bien y el mal y, por lo mismo, puede hacer lo que le plazca, aunque tengo que reconocer que tanto Puente de espías como The Post me parecen de lo mejor que ha hecho este hombre en la presente década, donde lo aprecio más maduro, más dispuesto a arriesgarse a entrar a temas que tal vez en otras épocas habría pensado dos veces para desarrollarlos. Sirva la ocasión para añadir que al Hollywood de hoy no se le podría entender sin la aportación de Spielberg, cuya carrera ha inspirado las de otros tantos realizadores, productores, actores y demás.
Decir que Meryl Streep se roba la película, es casi un cliché cuando esta actriz participa en alguna producción. Su caracterización de Katherine Graham es sublime para decir lo menos. Tom Hanks, actor recurrente en las producciones de Spielberg, hace una buena caracterización, al igual que el resto del elenco. La película y Streep tienen sendas nominaciones a los premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood. Así que vale mucho la pena verla.
Termino con una reflexión final sobre The Washington Post, porque si bien es un medio con una gran influencia y reputación reconocidas casi universalmente, tiene “esqueletos en el clóset.” El primero de ellos es que si bien, como se explicaba anteriormente, se le ubica en el espectro liberal y se vende como “independiente” y “neutral”, en más de una ocasión ha manifestado su apoyo a candidatos republicanos en Maryland y en la costa oriental de la Unión Americana. Pero el segundo y más grave -y aquí creo que se podría hacer otra película- es que Jeff Bezos, el accionista mayoritario de la empresa, es contratista de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), situación denunciada en varias ocasiones por diversos despachos de cara al conflicto de interés que genera. Vaya, si un medio tan importante es independiente o pretende serlo, el que su propietario trabaje de manera tan estrecha con una agencia gubernamental -y conste, no es “cualquier agencia gubernamental”- da mucho en qué pensar. ¿Les gusta como trama para otra producción? No sé si Spielberg se animará a hacerla.

María Cristina Rosas
mcrosas@unam.mx
Profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

 

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