El pasado fin de semana, una fiesta en una casa de verano en la playa de Chicxulub Puerto, terminó con la intervención de las autoridades, y la aplicación de sanciones administrativas a la propietaria del predio y a quien lo alquiló para hacer la fiesta. El asunto no sería de llamar la atención, todos hemos asistido muchísimas veces a fiestas y reuniones en la playa. Hace cincuenta años, era casi de reglamento ir los sábados por la noche de todos los veranos, a los bailes del Hotel Cocoteros, y unos años después, al Hotel Villanueva, en Chelem; así como a otras muchas fiestas de playa, como las lunadas de Colombinas de María y Escuderos de Colón que constituyeron toda una tradición entre los adolescentes de la época.
Nada más que, hay el pequeño detalle que esta fiesta se hace en medio de un gravísimo rebrote de la pandemia, cuando los contagios, hospitalizaciones y muertes están disparadas y, miel sobre hojuelas, la fiesta de marras fue una auténtica colección de graves faltas a todas las medidas de sanidad que la autoridad ha señalado como obligatorias, por interés propio y, más grave aún, por la seguridad de la colectividad en general.
La multicitada fiesta, no hubiera pasado a mayores, si a ella hubiera concurrido una cantidad discreta de gente, si fuera un puñado de jóvenes, divirtiéndose en la playa, bailando al aire libre, guardando su sana distancia y con los indispensables tapabocas; pero no fue así, esta reunión fue una aglomeración de más de trecientas gentes, sin guardar distancia alguna, y ni una sola persona con tapabocas, como si de retar a la autoridad se tratara, o de jugar a la ruleta rusa; ¡A ver quién se muere! Pero la cosa es peor aún.
Las consecuencias de una reunión cómo esta, pueden traer resultados muy graves a gente que, sin deberla ni tenerla, se puede ver contagiada y hasta morir, por la conducta irresponsable y negligente de sus hijos o nietos. Si señoras y señores, me estoy refiriendo a adultos mayores, cerrados en sus casas, y que, por la imprudencia de sus parientes más jóvenes, pueden hasta perder la vida, por un contagio llevado por una conducta riesgosa e irresponsable, a gente que nada tuvo que ver en esto, pero cuyas consecuencias puede sufrir.
No es válido bajo ningún sustento, incurrir en este tipo de conductas, cuando la posibilidad de las consecuencias, se hacen extensivas a más gente, y sobre todo, a más gente muy vulnerable.
No cabe duda que es muy real y preciso el dicho que reza: Vivir para ver. Esta época que nos está tocando vivir, nos lleva de una sombro a otro. No hace muchos años, se puso en boga un tipo de fiesta sexual de muy alto riesgo, el llamado Barebaking, que consistía en una reunión con fines de relaciones sexuales de todo tipo y variante, y a la cual, se invitaba en forma confidencial a una o varias personas infectadas por VIH; la regla de la reunión era no usar la protección de preservativo y tener relaciones con varias personas, sin tener la menor idea de quien o quienes eran los infectados. En este tipo de reuniones, se corría un riesgo voluntario, a nadie se engañaba, el que asistía y tenía relaciones, sabía a qué se estaba arriesgando; por ese motivo, la mentada fiesta de Chicxulub me parece más grave, porque se está involucrando a gente que no está buscando el contagio, que guarda las debidas precauciones en su vida diaria, y viene un irresponsable, y con el contagio que le puede traer, puede hasta perder la vida, sin haberlo buscado. ¡Y eso, es totalmente injusto!
Las circunstancias de lo sucedido en la fiesta de Chicxulub, se agravan con lo declarado por el organizador de la fiesta, cuando, al ser cuestionado al respecto expresó: “Lo de la multa es lo de menos, tengo el dinero para pagarla. Además, no sé por qué hacen tanto escándalo, los jóvenes necesitan divertirse. Además, ya todos nos fuimos a Estados Unidos a vacunarnos”. Vale la pena analizar punto por punto esta declaración. En primerísimo término, el individuo hace una soez presunción de tener el dinero suficiente y sobrado para hacer lo que se le antoje. No sabemos si esto incluya la posibilidad de indemnizar a los deudos de quienes pudieren morir a consecuencia de su irresponsable acción. Por otro lado, nos expone una visión muy equivocada de lo que le merece la descalificación general, externada por todos los medios y redes sociales. ¡Ya chole con ustedes! Es lo que se lee entre líneas y lo que guarda su pensamiento hacia la opinión de los demás. Y por último, y quizá lo más grave, su pobre visión de la realidad que lo rodea. “YA TODOS NOS FUIMOS A ESTADOS UNIDOS A VACUNARNOS”. ¡Cómo si esa posibilidad estuviera al alcance de todos! Esto, nos da la terrible visión de que, su TODOS, abarca tan sólo a la gente de su nivel económico; los demás… ¡Los demás no cuentan!
En la vida diaria, nos encontramos a personas con el tapabocas puesto en forma incorrecta, o peor, sin tapabocas; también nos topamos a gente que se molesta cuando le indicamos que debe guardar la distancia debida; todas estas actitudes son muestras de falta de consideración hacia el prójimo, es una falta de respeto al derecho a la salud de los demás. En el caso de la fiesta en la playa de Chicxulub, esta situación se eleva exponencialmente, no es el simple caso de una fiesta que viola unas normas establecidas, no es una fiesta de playa sin trascendencia, es una total falta de respeto y empatía por sus semejantes de la gente más pudiente.
Mérida, Yuc., a 14 de julio de 2021.
Ariel Avilés Marín.