24 de diciembre de 2025 00:02
Es un antiguo texto que tiene renovado acercamiento en la serie Clásicos Liberados. Se trata del Evangelio de Mateo, cuya novedosa traducción acerca la obra a lectore(a)s de los inicios del segundo cuarto del siglo XXI. La edición a comentar encuadra el volumen en un proyecto literario, cuya meta es presentar tanto el valor como la pertinencia de los clásicos en la época donde la fugacidad devora todo en unos instantes.
Mateo, Evangelio fue publicado en octubre del presente año en Barcelona, por Blackie Books, y forma parte de una colección de la cual ya pueden adquirirse La Ilíada y La Odisea, La Divina comedia, Don Quijote de la Mancha y el libro del Génesis. El objetivo de la editorial es ofrecer “Los grandes clásicos de la literatura universal en nuevas versiones fieles y desacomplejadas, ilustradas y comentadas con la mente abierta y el corazón ligero”.
La traductora de Mateo, Evangelio es Roser Homar, doctora en filología clásica, profesora en la Universidad de Barcelona, especialista en novela griega antigua y prosa de época imperial. Ella tradujo la obra del griego, en su variante koiné, “o lengua común, la variedad de la lengua griega utilizada en el mundo helenístico; es decir, en el periodo posterior a las conquistas de Alejandro Magno”. Roser Homar argumenta sobre las características de su traducción y resalto una de ellas. Acertadamente subraya que, en el Evangelio de Mateo, entre quienes seguían a Jesús había mujeres, niños y ancianas, no solamente hombres. Por esto, anota ella, “he procurado no desdibujar esta realidad y, por lo tanto, he utilizado sustantivos genéricos corrientes en español que reflejan la diversidad de género y de edades. Así, aparecen a menudo personas o gente”. En consecuencia, la traductora clarifica que, en cuanto a una de las descripciones que Mateo hace de Jesús, “el griego anthropos designa un ser humano y no un varón (aner, andros) he traducido hijo de la humanidad en vez de hijo del hombre”.
Hoy, que es Nochebuena, me parece apropiado referir el acercamiento de la traductora a la sección en la que Mateo describe el nacimiento de Jesús. Destaca Roser Homer que “el texto griego marca léxicamente la ternura al referirse al bebé. Lo mismo sucede en las pocas veces en las que el padre del cielo habla con orgullo de su hijo. He buscado, pues, en la traducción resaltarla”.
En la editorial Blackie Books decidieron publicar Mateo, Evangelio, con capítulos, pero sin versículos. Es así que se lee de corrido, sin los pequeños números, la parte del capítulo primero en la cual el recaudador de impuestos, que abandonó su trabajo para seguir a Jesús, da cuenta de la llegada de su maestro al mundo: “El nacimiento de Jesús, el ungido, sucedió así: la madre de Jesús, María, estaba prometida en matrimonio a José. Antes de ir a vivir juntos se encontró preñada del aliento sagrado. José, su hombre, que era justo y no quería ponerla en evidencia, prefería abandonarla en secreto. Pero mientras meditaba él estas cuestiones, mira, se le apareció en sueños un mensajero del Señor que le decía: –José, hijo de David, no sientas miedo de aceptar a María como tu mujer. Porque en su interior guarda al hijo engendrado por el aliento sagrado. Parirá un hijo y le llamarás con el nombre de Jesús. Pues él salvará a su pueblo de sus errores […] José despertó del sueño e hizo como el mensajero del señor le había mandado, y la aceptó como su mujer, pero no la tocó hasta que ella hubo parido el hijo. Y a él, lo llamó por su nombre: Jesús”.
Además de la nueva traducción del Evangelio de Mateo, el volumen incluye una rica iconografía, la que a lo largo de los siglos ha sido producida por grandes artistas que hallaron inspiración en la narración mateana. También la obra conjunta escritos de autores como Jorge Luis Borges, Oscar Wilde, Augusto Monterroso y Juan José Arreola, quienes hicieron singulares acercamientos a escenas presentadas por uno de los 12 discípulos especialmente elegidos por Jesús.
A diferencia de la literatura en alemán o inglés, muy influidas por las traducciones de Martín Lutero (Nuevo Testamento en 1522 y toda la Biblia en 1534), y las inglesas de 1560 y 1611, en español los ecos bíblicos en los escritore(a)s latinoamericanos han sido mucho más tenues. En gran parte por lo que observó, atinadamente, José Emilio Pacheco, quien escribió que una “obra maestra desconocida” para la literatura española fue “la Biblia que tradujo Casiodoro de Reina en 1569 y revisó Cipriano de Valera en 1602 […] Ya que se trata de la Biblia protestante, no igualada como verso ni como prosa por ninguna de las Biblias católicas, nuestra cultura ha vivido de espaldas a ella, a diferencia de lo que ocurre en lengua inglesa”.
Una oportunidad para no seguir dándole la espalda, en palabras de José Emilio Pacheco, a los escritos bíblicos, así como el estímulo que provocan en la reconstrucción del imaginario personal y social, es recorrer las páginas del Evangelio de Mateo como un clásico que debiera trascender los claustros religiosos. Y, tal vez, comprobar, como escribió Oscar Wilde, que se trata de “Puro encanto romántico. Leer el Evangelio es como salir de una casa oscura para entrar en un jardín de lirios”.



