Ser locutor es ponerle sonido a nuestra alma, por eso dejamos todo frente a ese micrófono que nos transporta cuando se enciende la luz roja cuando el cartel de aire se ilumina, cuando escuchamos la orden, o cuando vemos la señal del operador.
Sólo nosotros sabemos lo que sentimos en esas milésimas de segundos, solo nosotros sabemos transformar esos nervios iniciales, en el goce más hermoso.
Para algunos un sueño por cumplir, para otros una asignatura pendiente, una profesión escondida, otros tienen la dicha que sea un trabajo diario, pero sin dudas para todos es una vocación que se lleva en el alma.
Sólo los que vivimos de esta profesión sabemos con certeza que nuestra voz es el puente entre nuestra alma y el mundo. Por eso elegimos ser locutores.