Hechos como el asesinato de los sacerdotes jesuitas, Javier Campos y Joaquín Mora, en Cerocahui, Chihuahua, hace dos años, han hecho a la Iglesia Católica levantar la voz, “denunciar con más fuerza la violencia y la impunidad en México”,lo cual lleva a exigir “acciones inmediatas y eficaces para dejar de sentirnos inseguros, para tener justicia y verdad, para alcanzar la tan ansiada paz”.
Esto señaló el editorial del semanario Desde la fe de la Arquidiócesis Primada de México, donde indicó que los dos sacerdotes jesuitas, “que en palabras de quienes los conocían, ‘se dedicaban a querer a las personas”, y así lo demostraron hasta su último aliento, cuando su sangre fue derramada en el altar de la iglesia de Cerocahui, y al lado de Pedro Palma, esposo y padre de familia, otra víctima inocente de la violencia en México”.
Agregó que se sumaron a una larga lista de muertes y desapariciones violentas que vienen aconteciendo en las últimas décadas en el país. “Los obispos, los religiosos, la dimensión de laicos y los jesuitas, junto a muchas personas de buena voluntad sentimos la llamada para construir espacios de esperanza en donde no tuviera lugar ni la desolación ni el miedo; había que conversar, hablar de nuestras historias, dar lugar a las víctimas en nuestras comunidades y templos. Orar, pensar y encontrarnos a lo largo y ancho del país comenzó a ser algo concreto”, indicó.
Recordó que se elaboró una Agenda nacional de paz y Los compromisos por la paz, presentados y firmados por las candidatas y el candidato a la presidencia de México. Y llamó a seguir el diálogo con quienes firmaron los ‘Compromisos por la Paz’, como es el caso de la virtual presidenta electa, Claudia Sheinbam.
“La sangre derramada en Cerocahui, y todo el sufrimiento de las víctimas de la violencia en México, desapariciones, desplazamientos forzados, nos conmueven y comprometen. Estamos convencidos de que no hay punto final en la construcción de paz de un país, sino que es una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos”, señaló.