Por Jose Ivan Borges Castillo
Entre la rica floración propia del mes de octubre destaca la temporada de las flores llamadas popularmente con el nombre de “Teresitas”. Que son como unos pompones, flores con muchos pétalos, que la hacen repollada y que la dotan de singular encanto.
El primero de octubre celebramos a Santa Teresita del Niño Jesús, doctora de la Iglesia que fue sencilla y delicada como estas flores que nacen de este suelo yucateco y que nuestro padres y abuelos nombraron, providencialmente, con el nombre de Teresita, como esta santa que su solo nombre llena de ternura.
No sabemos muchos datos sobre la presencia de esta flor en nuestro solar peninsular, pero ha tomado carta de naturalidad desde hace mucho tiempo atrás. En Izamal, por ejemplo, esta flor era la más destacada en los adornos de puertas de la casa en el recibimiento del Cristo de Sitilpech el 18 de octubre, y de esto el cronista Armando Rosado López lo refiere en la revista La Voz de los Cerros, publicada en 1965, que se utilizaba “…diversas variedades de flores, pero especialmente de la Teresita”.
Por larga tradición esta flor destaca, junto con los virginias y el amor seco, en las predilectas que adornan los altares en los días de los llamados finados; apropósito dicen los antiguos habitantes de esta tierra que el perfume de las flores “Teresitas” es el olor de destilan la felicidad de las ánimas al regresar en los días de finados.
Y con la fiesta de Santa Teresita del niño Jesús, que goza de especial devoción discreta en muchas parroquias y capillas de la entidad, se abre la temporada de floración de las “Teresitas” que pronto serán ofrenda en los altares y adornarán las plantas de la Virgen a fin de mes.
J. I. B. C.