Roma, Italia.- El cardenal Javier Lozano Barragán ha sido un hombre influyente en la Iglesia católica. Sus alcances van, por mucho, más allá del país. Hubo un tiempo en que incluso fue mencionado como candidato a ser Papa.
Es un hombre mayor que mantiene una profunda lucidez. Conversamos ayer en su casa, aquí en Roma, y si algo nos queda claro, es que sigue teniendo esa lucidez y una visión de nuestro país interesante y atendible.
Hombre cercano a Juan Pablo II, al Papa Benedicto y, particularmente, al Papa Francisco, Javier Lozano Barragán sabe de sus influencias y también sabe administrarlas.
Tiene claridad de que Francisco está en una coyuntura compleja. “Ha sido difícil para él tratar de hacer cambios, por pequeños que éstos sean”. Como le hemos venido diciendo, hay temas que tienen que ver con lo que está en la opinión pública y hay otros que, sin que se haga tanta referencia a ellos, tocan la estructura de la Iglesia.
En ambos casos, la capacidad de Francisco y, por lo que vemos, de cualquier otro, es limitada. Los conservadores al interior de la Iglesia católica son de la idea de que perdieron posiciones con la llegada de Francisco y no le han permitido ni el más mínimo movimiento, lo que ha derivado en una lucha intestina, propia de los vericuetos que se viven en el Vaticano.
Sobre México, el cardenal tiene claro el momento que se vive. “No importa quién gane, lo que importa es que tenga la fuerza de una votación significativa de todos nosotros; lo peor que nos puede pasar sería el abstencionismo. Lo que deben hacer los ciudadanos es, más que votar por alguien que nos pueda caer bien, debemos ver cuáles son sus propuestas, cuáles son sus programas y cómo van a hacer lo que proponen”, nos dice enfático Javier Lozano Barragán.
Es un hecho que en medio de la vorágine y vendimia política en la que estamos, todo nos puede parecer atractivo. El cardenal pone particular énfasis en los procesos de seducción, en momentos como en el actual, en los que los políticos son capaces de cualquier cosa con tal de conseguir votos. “Es el tiempo de la reflexión e insisto: es el tiempo de conocer lo que proponen y cómo lo van a hacer; más que anden ofreciendo y trabajando cosas que a la mera hora no van a poder cumplir”.
Uno de los temas que más tiempo nos llevó es el del narcotráfico. Le planteamos si debemos dialogar o no con la delincuencia organizada, a partir de la incontrolable situación que se vive en muchos estados del país. El cardenal nos dice que a él le pareció bien que el obispo de la diócesis de Chilpancingo y Ciudad Altamirano se reuniera con integrantes de la delincuencia organizada: “No tenía de otra; en esa zona han matado a varios sacerdotes y tenía que establecer con ellos una delimitación de territorio; no me pareció mal que lo haya hecho”.
Si bien no es la primera vez que esto sucede, no se puede soslayar que hacerlo puede generar antecedentes, y es de suyo delicado. Le planteamos el hecho de que se crea que en torno a esto hay un antecedente. Nos responde que este caso, en particular, requería de una acción de esa naturaleza.
En varias ocasiones le planteamos el tema de la amnistía y fue de los pocos asuntos en los que no tuvimos una respuesta clara de parte del cardenal. Sobre una posible conferencia en torno a la paz en México, donde estuviera presente el Papa Francisco, de plano prefirió no hablar.
El cardenal sigue representando una posición de enorme relevancia en la Iglesia católica; lo sabe, a tal grado que conversa a menudo con el Papa Francisco. Es un hombre influyente que, al tiempo de ser sacerdote, es un intelectual al que le piden su opinión.
Para el anecdotario nos dice lo siguiente: “Lo milagroso es que los mexicanos trabajen y tengan empleo; lo ordinario es un milagro de la Virgen de Guadalupe”.
Resquicios:
Algo va a tener que hacerse con el turismo. Roma es un ejemplo de ello. Los turistas están pasando de ser el objeto más deseado, al más repudiado; abruman.
Javier Zolorzano