Por Jorge Durand
La realpolitik se ha impuesto en la Corte Suprema de Estados Unidos con la reciente resolución de que no es posible deportar a todos los migrantes en situación irregular porque no hay dinero ni personal suficiente.
Las demandas de jueces de Texas y Luisiana para que el presidente Biden aplique la ley de manera indiscriminada y deporte a todos los migrantes irregulares, sin distinción, ha sido conjurada y de manera definitiva. Biden propone una selectividad en las deportaciones, como lo hizo Obama, al priorizar la deportación de los que fueran calificados como un peligro para la nación.
Esta resolución de la Corte Suprema dejó la propuesta actual de Trump, de deportar a todos los migrantes irregulares, en el nivel de la pura retórica electoral y xenofóbica.
No obstante, hay que señalar que, además de demagogo, Donald Trump también es un político pragmático, durante su gestión (2017-2020) sólo deportó a 163 mil migrantes irregulares, mientras Obama, en el periodo de 2009 a 2016 (8 años), deportó a 1 millón 400 mil. La economía en tiempos de Trump estaba boyante y no se podía dar el lujo de deportar a mano de obra necesaria. En 2016 la tasa de crecimiento económico fue de 1.6 por ciento y Trump pudo revertir la tendencia y consiguió remontar a 2.4 en 2017, a 2.4 en 2018 y a 2.9 por ciento en 2019.
Pero también hay que resaltar que, si bien bajó el número de expulsiones en muchos casos, se hicieron aprehensiones, deportaciones y actos atrabiliarios por parte de sus funcionarios, como la separación de menores migrantes de sus familias.
La Corte Suprema resolvió que era improcedente bloquear la norma del gobierno de Biden para dar prioridad a la deportación de inmigrantes que representen el mayor peligro para la seguridad pública. Con ocho votos contra uno se decidió rechazar la propuesta de los estados republicanos de Texas y Luisiana que exigían una expulsión indiscriminada. La razón es muy simple y pragmática: no hay personal ni dinero para proceder a una deportación masiva.
Esta decisión de la Corte crea jurisprudencia con respecto a otras leyes redactadas de forma similar que demanden faltas de aplicación por parte del Ejecutivo en casos similares, como las drogas, armas y otros casos.
Después de la andanada de decretos en contra de los migrantes, es posible que esta resolución suprema otorgue cierta tranquilidad a aquellos que están en situación irregular y que no hayan cometido faltas o delitos.
Una de las faltas consideradas graves es la reincidencia del cruce indocumentado que se pena con varios meses de confinamiento y la deportación. Es particularmente dramática esta situación en el caso de familias separadas por la política de desarraigo imperante.
Es el caso de este migrante deportado que dice: La razón de estos regresos a Estados Unidos fue mi familia, ellos están allá, no tengo una razón para estar en Tijuana o en México. Sí, estuvo mal que me deportaran una y otra vez, también estuvo mal que me aceptaran una y otra vez de regreso. Yo seguí regresando porque ellos me seguían deportando. Me siento profundamente agraviado. No tengo más que amor por Estados Unidos, crecí de ese lado, mi amor, mi país, mi corazón están allá.
Dada la situación de muchos migrantes que tienen muchos años de residencia en Estados Unidos, con su familia e incluso con hijos que son ciudadanos estadunidenses, resulta totalmente inhumano y desproporcionado deportar a estas personas, que sólo cometieron faltas administrativas, donde el daño y el castigo no sólo lo paga el migrante, sino la familia.
El caso reseñado y muchos otros más pueden consultarse en la página de Humanizando la Deportación, un proyecto binacional que recoge historias de vida de los migrantes deportados (http://humanizandoladeportacion.ucdavis.edu/es/).
En estos tiempos, la deportación de migrantes que llevan décadas en Estados Unidos genera un doble desarraigo, al arrancarlos de su lugar de destino, donde finalmente echaron raíces, y al ponerlos en lugar que ya no reconocen y donde no quieren permanecer. Fueron migrantes forzados, al salir huyendo o buscando mejores condiciones de vida, y son forzados a quedarse en un lugar que los expulsó y ya no reconocen como su patria.