En función del estado de las cosas la presencia del Ejército en las calles se fue haciendo cada vez más necesaria.
Todos nos fuimos dando cuenta de que se necesitaba de los militares para al menos atemperar la violencia en muchos estados. Calderón sacó a los militares a las calles, le siguió Peña Nieto y con López Obrador estamos en los terrenos de lo corregido y aumentado.
Se dijo que nadie quería que la presencia militar se extendiera en el tiempo, la cuestión fue y es que los gobiernos han sido incapaces de construir mecanismos de seguridad y control con instituciones civiles.
Muchos gobernadores optaron y optan por pedir a los militares sin hacer el mínimo esfuerzo por cambiar internamente el estado de las cosas. Piden al Ejército y hacen a un lado a los policías locales en medio de la ley del menor esfuerzo y de comprometerse lo menos posible ante un estado de las cosas cada vez más deteriorado.
El Presidente prometió el regreso de las Fuerzas Armadas a los cuarteles, pero se supone que al darse cuenta de la situación su palabra y lo que parecían propuestas de solución a través de autoridades civiles acabó por apostar definitivamente por los militares.
Ya se vio que a los soldados no solamente se les quiere para vigilar, sino también aprovechando el viaje meterlos en todo tipo de tareas del gobierno. Hoy los militares están metidos directamente en las obras emblemáticas del sexenio, en áreas administrativas de gobierno y además nos vamos dando cuenta que poco parece importar las condiciones de trabajo en las que están, se parte del supuesto que como son militares tienen que cumplir.
El Presidente pudiera también estar recurriendo a ellos para hacer todo lo que necesita y quiere, porque sabe que le son afines en sus proyectos y decisiones y porque obedecen.
Están pasando muchas cosas al interior del Ejército que no nos deben de pasar de largo. La información sobre las “actividades turísticas” del titular de la Sedena, dada a conocer por un grupo de periodistas encabezado por Ignacio Rodríguez Reyna, muestra lo que puede estar pasando al interior de las Fuerzas Armadas, lo cual no se transparentan. No es que el general secretario no tenga derecho a vacacionar, puede hacer de su vida lo que considere; sin embargo, lo que adquiere una dimensión distinta es que no quede claro de dónde salió el dinero para hacer los viajes que hizo con su familia y pareciera que también amigos. Todo es cuestionable, porque además es uno de los hombres más cercanos al Presidente.
López Obrador no ha hecho referencias a ello, lo cual contradice lo que plantea sobre temas de esta naturaleza, es probable que ya que tengan el control de daños y en una de ésas terminen por sembrar una pregunta en la mañanera; mientras esto pasa estamos en un proceso de intento de demolición del Inai.
Otro tema que seguramente esta mañana sacará rayos y centellas es la decisión de la Corte, 8 votos a 3, de no permitir que la Guardia Nacional se integre a la Sedena. Subyace en esta decisión la defensa constitucional de las instituciones en defensa de que la sociedad tenga a las autoridades civiles en materia de seguridad, así como el Ejército se encarga de otras áreas.
La votación en la Corte obliga aún más a diseñar estrategias de futuro pensando en el 2026. El problema en el camino es que no se vislumbran estrategias. Pudiera ser que de nuevo entremos en terrenos en donde se pida que aguantemos más años al Ejército en las calles.
Se sigue pensando más en el presente que en el futuro. Los militares andan de milusos y deberán entender que ellos también deben de actuar con transparencia y rendir cuentas.
RESQUICIOS.
Morena cumple con el guion del Presidente sobre el Inai. A pesar de lo que parecen ser propuestas alternas de Ricardo Monreal, da la impresión que la suerte del Inai está echada. Sería un error que podría señalarse en un tema que tanto le importa al Presidente, el juicio de la historia.
Javier Solórzano