Cualquier diagnóstico avanzado del municipio de Mérida no solo debe desnudar los procesos urbanos de metropolitanización y gentrificacón que se imponen, sino también mostrar la falta de política urbana integral, la insuficiencia de servicios públicos e infraestructuras urbanas así como la deficiente conciencia patrimonial tanto por parte de los habitantes como de las propias autoridades municipales.
Los problemas de nuestra ciudad no son puntuales ni coyunturales sino integrales y estructurales en aspectos económico-patrimoniales, técnico-administrativos, medio-ambientales, socioculturales y urbanístico-inmobiliarios. No procede deslindar a unos de los otros. Si no se les enfoca de este modo, muy poco o casi nada procede en la práctica sobre ellos. Todo se reduce a retórica insulsa y desplante falso.
En síntesis, no hay modo que las recetas globales del crecimiento incluyente o del desarrollo sostenible, anclados en los negocios inmobiliarios de interés transnacional sobre la metropolitanización y lagentrificación, puedan resolver los problemas históricos de deterioro social y abandono urbano de la capital yucateca, al margen de la percepción ciudadana y las acciones vecinales de los habitantes.
Registros sustantivos gracias al distanciamiento de plataformas digitales y programas municipales
Lejos siempre de las plataformas digitales y los programas municipales bajo los sesgos sectoriales y partidistas, a partir de las encuestas in situ y de las entrevistas cualitativas, hemos llegado a conclusiones ineludibles sobre Mérida.
Para comenzar, sabemos que los habitantes no tienen nada ce conciencia sobre metropolitanización y gentrificación, aunque sí tienen algunas referencias primarias de los deterioros integrales y los abandonos sistémicos de la capital yucateca. Sin embargo, lo común es que muy pocos conocen las maneras de proceder ante las autoridades para enfrentarlos y menos para revertirlos por orden y sistema. Padecen problemas sociales y urbanos diferentes, es decir, según la ubicación de sus predios en nuestra ciudad y el grado de vulnerabilidad en que se encuentran como ciudadanos. A decir verdad, tienen muy bajos niveles políticos y técnicos en todo lo concerniente a los procesos urbanos y las gestiones correspondientes, mismo que acentúa su indefensión ante los deterioros y los abandonos señalados.
Las pocas acciones de los emeritenses son en su mayoría de tipo individual o grupal, y prefieren soluciones provisionales sobre el deterioro social o el abandono urbano -ambos debidos a los privilegios municipales a la metropolitanización y la gentrificación-, en la medida que no tienen asegurada la tenencia de la tierra y menos son propietarios de los predios habitados.
Por ejemplo, encontramos que algunos vecinos de la periferia urbana donde ocurre la metropolitanización, piden ayuda a las autoridades municipales para obtener materiales de construcción como láminas para techos o cemento para pisos; pero no ubicamos ahí mismo tantas organizaciones civiles o sociales que están llevando a cabo acciones organizadas de vivienda popular y servicios públicos. Registramos, incluso, algunas soluciones colectivas que implican la participación vecinal, a pesar de que la relación con los líderes partidistas limita mucho sus alcances, puesto que estos prefieren que sucedan de acuerdo con sus tiempos y sus modos políticos.
En general, las pocas iniciativas colectivas en nuestra ciudad frente a los deterioros y los abandonos causados por la metropolitanización y la gentrificación, tienen una visión más empeñosa de la acción vecinal ante los deterioros sociales y los abandonos urbanos. Su trabajo se enfoca más sobre acciones dispersas de ecología urbana, combinando acciones para la presunta protección del medio ambiente desde la elemental siembra de árboles y las deficientes colectas de basura y chatarra. Brillan por su ausencia las acciones reparadoras del patrimonio cultural y la infraestructura pública. como iniciativas estratégicas contra los intereses transnacionales de despojo y especulación para los proyectos inmobiliarios de la metropolitanziación y la gentrificación, así como faltan las acciones concernientes a la restauración de los cenotes para la protección estratégica del suelo y del acuífero.
La mayoría de los entrevistados están instalados desde hace 15 o 20 años en sus barrios o colonias y, por lo general, no quieren salir de ellos. Tienen los emeritenses un cumplido arraigo a sus entornos vecinales con la excepción de algunas familias que están en tránsito debido a sus situaciones precarias. En consecuencia, Las recomendaciones que los habitantes de estos segmentos formulan a las autoridades municipales no tienen nada que ver con los procesos urbanos realmente existentes y acaso dependen de su pertenencia o no a alguna agrupación parroquial o clientela partidista. En general, los emeritenses piden apoyos a las iniciativas de sus membretes religiosos o políticos, pero no se ocupan por sí mismos de demandar viviendas dignas a costos accesibles y menos servicios justos para los que no pertenecen a agrupaciones como las suyas.
Sabemos que los habitantes de nuestra ciudad tienen alguna conciencia de los deterioros sociales y los abandonos urbanos pero también registramos que no los tratan para nada de igual manera. Algunos están de acuerdo en alejarse de ellos con la condición de que se les ofrezca una vivienda popular a un costo accesible en una zona con servicios municipales; otros prefieren quedarse donde están y trabajar para conseguir sus viviendas con o sin servicios municipales pero lejos de los compromisos políticos y religiosos. Muchos más no saben lo que sucede y menos tienen idea de cómo proceder ante los avances de la metropolitanización y la gentrificación, para demandar sus derechos ciudadanos contra los deterioros sociales y los abandonos urbanos.
Conclusión
En general, nuestros entrevistados tienen una percepción justa de los deterioros sociales y los abandonos urbanos aunque no un conocimiento próximo a la magnitud de los problemas estructurales y sistémicos debidos la metropolitanización y la gentrificación de la capital yucateca en términos cuantitativos.
Coinciden en que existen familias en situación de alto vulnerabilidad pero no comparten ningún consenso sobre la necesidad de otras políticas públicas de vivienda popular y servicios municipales. Por esta razón, más que respuestas institucionales desde programas operativos para prevenir deterioros y revertir abandonos, solo se registran medidas casuales y acciones puntuales tales como ofrecer materiales, sembrar árboles, instalar comederos, rellenar calles, recoger basura y chatarra, etc. Nada que ver con el crecimiento incluyente y menos con el desarrollo sostenible.
He aquí parte de las cosas que debemos decir sobre Mérida, pero el Ayuntamiento prefiere seguir ignorante
Jorge Franco Editoriales