Por José Iván Borges Castillo
…las cenizas de sus devotos que murieron invocando su nombre, los árboles que formaron con sus ramas el primitivo santuario que la cubrió, la brisa de los montes que acarició su rostro, las cuerdas de la guitarra que cantó sus glorias, el collar de la humilde mestiza que encierra con un medallón de María… y sobre todo ese viejo templo bajo cuyas naves lloraron sus pecados nuestro padres y bajo cuyos pavimentos descansan los restos de nuestro mayores, los laureles de la plaza que alegres se inclina a su paso en las procesiones, y cuantas cosas nos pudieran decir las piedras de las casas de la plaza que la han visto pasar en procesión el dos de febrero.
¡Oh Reina celestial,
que logras cuanto quieres!