No hay ganadores absolutos, lo que se ve es que en medio de la crispación, contra lo que se piensa, la sociedad no está dividida sólo en dos bandos. Se manifestaron diferentes tendencias políticas en la mayoría de los estados.
El INE merece un reconocimiento. De nuevo se consolidó como instancia confiable en medio de controversias de toda índole. Los ciudadanos tenemos al árbitro como un elemento confiable y respetable, su aceptación es explicable y tiene lógica.
A pesar de que Morena tuvo una entendible menor votación que en 2018, mantiene la hegemonía, las condiciones de país ya son otras. Un dato sin duda para atender, sin pasar por alto que el proceso del domingo es distinto al de hace tres años, es que de 30 millones de votos Morena pasó a 16.
Hay que sumar también otras variables, como el desgaste propio del ejercicio del poder junto con diferentes hechos que, a querer o no, han afectado al Presidente y a su gobierno, en el caso de la capital está señaladamente el colapso del Metro.
El razonamiento, en el sentido de que los reveses en diversas alcaldías se deben a las campañas de desprestigio, lo dijo el Presidente, luego lo secundó como acto reflejo la Jefa de Gobierno, es una mirada limitada que no les ayuda a entender y enfrentar lo que ha venido sucediendo.
Quedarse en esta interpretación no les va a dar para poderse recuperar, porque bajo este supuesto la derrota se debe a factores externos más que a internos cuando muchos alcaldes han hecho un trabajo cuestionable, por decir lo menos; las derrotas contundentes en fondo y forma en Álvaro Obregón, Cuauhtémoc, Miguel Hidalgo y Coyoacán son prueba manifiesta de ello y de ahí los resultados.
Si no hay un principio de autocrítica Morena irá perdiendo paulatinamente la capital, la cual es un detonador de la política para el país. Echar culpas no ayuda, porque hay evidencia de los errores y una aparente insensibilidad en los gobiernos capitalinos.
El partido del Presidente al final logró algo que no es nada sencillo: mantener hegemonía en el Congreso en una elección intermedia. A partir de septiembre aquello de no “quitarle ni una coma” a las directrices del Presidente al Legislativo va a tener que entrar de manera inevitable en la negociación.
La elección le otorgó a Morena el control del Pacífico mexicano, lo cual es de enorme relevancia por los importantes puertos que se encuentran en la zona. Con excepción de Jalisco y Oaxaca, aunque este estado parece virtualmente del Presidente —López Obrador lo ha visitado al menos 23 veces— el resto de la zona es morenista, desde BC hasta Chiapas.
Estos resultados colocan escenarios nuevos, porque Morena como partido de reciente creación está alcanzando algo meritorio: ya está gobernando buena parte del país.
La lógica de pensamiento del Presidente lo lleva a interpretar el domingo electoral de manera optimista, incluso dijo “estoy feliz, feliz, feliz”. Sin embargo, aparecieron variables que es importante que atienda. El Congreso se va a mover bajo una nueva correlación de fuerzas, aunque Morena tenga la hegemonía; la capital se dividió, lo cual puede ser un dolor de cabeza para las aspiraciones de quien está muy cerca de los ánimos presidenciales; el país se va pintando de color moreno; los ciudadanos mandaron un mensaje que el gobierno debe atender por más que no se hayan presentado movimientos telúricos de repercusiones.
El Presidente no puede menospreciar el resultado, porque en él subyacen diferentes interpretaciones de lo que los ciudadanos queremos que sea el país.
La elección mandó además un importante mensaje: Morena es la opción de millones de personas, pero otro tanto no quiere un país solamente a imagen y semejanza de quien lo encabeza.
RESQUICIOS
Debe haber un reconocimiento colectivo. Con todo y la pandemia, violencia política, crispación, falsas noticias y provocaciones; lo mejor de la jornada electoral de nuevo fueron (fuimos), los ciudadanos.
Javier Solórzano