Rodrigo Moya, una de las miradas más lúcidas del fotoperiodismo latinoamericano, falleció este miércoles en Cuernavaca, Morelos, a los 91 años. Nacionalizado mexicano, dedicó su cámara a las luchas sociales y los movimientos políticos que marcaron el continente en los años 50 y 60.
Desde los campos olvidados hasta las barricadas de la historia, su archivo —más de 40 mil negativos conservados con rigor por él y su compañera de vida, la diseñadora Susan Flaherty— es testimonio visual de una época que incomodó al poder.
En esta galería, La Jornada presenta 10 retratos icónicos que sintetizan parte de la obra de Moya.









