lunes, agosto 18, 2025

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Soberanía farmacéutica: industria lista con Estado ausente

Gustavo Leal F.*

¿Qué tiene y qué le falta al relanzamiento farmacéutico de la administración Sheinbaum? En conferencia matutina (3/7/25) el secretario Kershenobich abrió con la frase “cómo la industria nacional va a apoyar el Plan México”, mientras presentaba un paquete de 10 mil millones de pesos de inversiones privadas en el marco del Plan México para expandir la capacidad manufacturera nacional. Ciertamente, la industria está lista, aunque él, como secretario de Salud, confunda el anuncio con la política y, sobre todo, la oportunidad con el diseño institucional.

Se anunciaron proyectos estratégicos: planta de inyectables, terapias celulares de Kener, planta de fraccionamiento de plasma (primera en América Latina), vacunas y biofármacos, así como producción local de ingredientes farmacéuticos activos (APIs). Todos ellos, de largo aliento, mostrando capacidades industriales nacionales aguardando el momento para despegar.

Pero los proyectos no provienen, ciertamente, de una política recién diseñada: el Plan México, como confunde Kershenobich. Y aunque ahora el gobierno federal los reconozca y visibilice –como esfuerzos en curso que quedarán bajo el paraguas del plan ganando coherencia, dirección e impulso–, es claro que, para ellos, aún no hay tal paraguas.

Pese al entusiasmo declarativo, para ser cubiertos por tal paraguas, faltan aún algunas respuestas clave. Por ejemplo: ¿dónde están los apoyos fiscales, los esquemas de financiamiento mixto y los estímulos a la innovación? Más allá del bienvenido acompañamiento regulatorio de la Cofepris, no se conoce aún una estrategia concreta de política industrial.

Se alude también a los polos de desarrollo, pero no se detallan los incentivos, la gobernanza o las prioridades tecnológicas que deberían sustentar esa política todavía ausente. Se refiere la colaboración con las universidades, pero no se menciona un solo programa formal de coinversión público-privada ni un marco nacional de transferencia tecnológica.

Tampoco aparece la secretaria de Secihti (Rosaura Ruiz), el IMPI (Santiago Nieto) ni el Consejo de Salubridad General (Patricia Clark), todos, actores indispensables para una política farmacéutica integral. Si realmente se quisiera fomentar la innovación, ¿dónde está el programa para coordinar la investigación del IMSS, institutos nacionales, universidades, públicas y privadas y de la industria? ¿Quién articula esos esfuerzos? ¿Dónde están las metas, los indicadores, la gobernanza? Mientras, los proyectos sí apuntan al futuro porque aluden a la medicina de precisión, a las terapias avanzadas y a la biotecnolgía compleja. En plena era de las terapias personalizadas, seguimos careciendo de un programa nacional de genómica sin incentivos para investigación clínica y sin una política clara de acceso a medicamentos de alta especialidad.

Y en la conferencia matutina también se trataron las exportaciones. Pero, aunque México produce vacunas estacionales contra influenza que sólo se emplean durante el invierno, ¿por qué no aprovechar esa capacidad para exportar al hemisferio sur durante su temporada?

Disponemos de la tecnología, el talento y la infraestructura. Es el momento de transformar ese potencial en ventajas operativas: oferta de fondos rotatorios, acuerdos regionales y exportaciones a mercados emergentes.

Pero no hay que repetir errores pasados. En la conferencia se trataron igualmente las centrales de mezclas y los servicios integrales; pero, ¿dónde está el proyecto público de esas centrales operadas por la Ssa? Durante el neoliberalismo esas funciones fueron monopolizadas por contratistas en el Issste y el Instituto Nacional de Cancerología con efectos muy adversos en materia de calidad, costos y control institucional. Es del todo claro que, si el Estado no define reglas claras para la participación privada en esas funciones clínicas sensibles, se corre el riesgo de repetir esos errores del pasado. A pesar de que el secretario Kershenobich se comporta –hasta ahora– del todo omiso en la materia, debe reiterarse que esas áreas deben blindarse de servidores públicos e intereses privados que sólo buscan su beneficio.

Los proyectos presentados son celebrables, pero para pasar del anuncio a la política, el Plan México requiere todavía diseño institucional sólido, con estrategias fiscal-regulatorias claras y coordinación efectiva científico-tecnológica, acompañado de un Estado orientador y evaluador. No sirve de mucho sólo invocar nostálgicamente la eliminación calderonista del requisito de planta (2008), clamando en abstracto por una “soberanía en salud” repleta de huecas generalidades, confundiendo términos y sin aportar un gramo de institucionalidad.

La frase de Kershenobich “cómo la industria nacional va a apoyar el Plan México” suena bien, pero es vana si él no trabaja para hacer del Estado –hasta ahora ausente– un Estado presente. Sin política pública real, incluso las mejores inversiones pueden quedarse solas. 

*UAM-X

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