Ni muy noble ni muy leal sino estratificada por especulativa y policéntrica por inmobiliaria ciudad de Mérida. ¿Será Cecilia Patrón que puedas entender algo sobre todo esto que sucede en la capital yucateca?
Por Jorge Franco Editoriales
Vista a vuelo de pájaro desde el aeropuerto o recorrida desde cabo Norte hasta rabo Sur, el paisaje cultural de Mérida aparece ante nosotros como un inmenso marasmo habitacional abierto, salpicado de algunas citadelas residenciales cerradas, varias plazas comerciales centralizantes y cada vez más reducidos enclaves verdes. Destaca en este conjunto tan desintegrado como disperso, una maraña dilatada de infraestructura urbana, que evidencia graves carencias de equipamiento urbano y un bastante primitivo sistema conectivo.
La estratificación y el policentrismo son “los dos prodigios urbanísticos“ del capitalismo especulativo e inmobiliario que materializan los empresarios de bienes raíces, los fraccionadores de zonas conurbadas y los constructores de proyectos Premium desde sus negocios privados. Se trata de asuntos confidenciales de inversiones transnacionales y nacionales, que son ponderadas como “puntales del modelo económico yucateco“, por la oligarquía emeritense y el poder central de México.
El capitalismo especulativo e inmobiliario es, sin lugar a dudas, el artífice mercantil de que el ambiente de inseguridad pública -creado por la delincuencia organizada por todo México a pesar de los escudos policiales y los controles militares-, funcione en Mérida para que los inmigrantes poderosos escojan algún tipo de prisión familiar y paguen por su reclusión personal. Se trata de esos enclaves bardeados de clase mundial que se pretenden desde los negocios de bienes raíces como “propiedades ejemplares que responden a los deseos legítimos de prosperar en una ciudad pacífica, con ambientes privilegiados por sus servicios espectaculares y sus conexiones rápidas con los servicios globales“.
Como puede verse, no se trata de la imagen y la actitud de la noble y leal ciudad capital del Estado de Yucatán y tampoco de la “hermosa ciudad que soñé con mi toda alma y mi ser“, sino del panorama más común por estratificado pero también más corriente por policéntrico de una metrópoli especulativa e inmobiliaria del mundo globalizado.
El problema radical de la urbanización especulativa y transnacional. Razones sistémicas y estructurales de la estratificación y el policentrismo urbanos
El urbanismo capitalista surgió en la capital yucateca con principios asistencialistas del binomio salud–enfermedad, pretendidos: 1) para mejorar las condiciones de habitabilidad de la ciudad industrial de la etapa final del período henequenero, así como 2) para imponer un control estatal sobre la propiedad privada desintegradora del paisaje urbano, y 3) para ejercer el monopolio del suelo que. contradictoriamente, sirviera para el desarrollo equilibrado acorde con las necesidades sectoriales.
En determinado momento del recorrido señalado, se propuso que el urbanismo emeritense -como disciplina de estudio del paisaje urbano y también como método de ordenamiento del espacio físico-, contara con méritos jurídicos para crear su propio marco legal orientado a regular el crecimiento y determinar los usos de la ciudad a través de la planificación especializada, el diseño profesional y la gestión institucional. Es decir, se trataba que este urbanismo fuese un arma estratégica de la vida institucional que sirviera para materializar el proyecto de una ciudad ordenada y habitable.
A pesar de la intención redistributiva en su origen histórico, fue a partir de la creación del recurso político–administrativo dispuesto para “producir suelo urbano” a costa de los territorios ejidales y las áreas campesinas comunes, que el citado urbanismo capitalista se convirtió primero en especulativo. Luego, al comenzar a decidir las características del destino urbano para el mismo, se volvió también estratificador por toda la capital yucateca y así, finalmente, se hizo policéntrico por predominio inmobiliario. Nada fue producto del azar sino ocurrió como parte de las políticas oficiales requeridas por el nuevo sistema productivo dominante, para organizar el espacio del capital y su reproducción de acuerdo con los intereses privados.
La regulación del uso del suelo a través de la zonificación instrumentada desde los poderes estatales y las juntas municipales, estableció entonces qué espacios fuera de Mérida y de qué modo estos podrían llegar a ser territorios de la gran ciudad de la diversificación industrial, comercial y servicial. También, ahí mismo se definió cómo y cuáles quedarían excluidos de este nuevo proceso “regulador“, pero contando ahora con que se podía intervenir e, incluso, capitalizar el crecimiento espontáneo de la capital yucateca a través de una incidencia autoritaria y corrupta sobre el uso acaparador y diferenciado del suelo urbano.
A decir verdad, dicho planeamiento público-privado fue determinante en términos especulativos para lo que es Mérida en la actualidad, pues estableció las reglas del policentrismo urbano que prevalecen en la etapa actual de metropolitanización salvaje. Se benefició así a dos esferas de riqueza y poder del entorno emeritense: por un lado, a los propietarios especuladores del suelo urbano y los promotores empresariales de sus usos inmobiliarios, mientras que, por otro lado, se apuntaló una tecnocracia municipal cuya importancia como agente justificador y promotor del desarrollo urbano capitalista especulativo ha sido creciente.
Finalmente, la maquinaria inmobiliaria transnacional se convirtió en hegemónica en la construcción de la metrópoli emeritense en la periferia urbana e incluso en el Centro Histórico, cuando la vivienda residencial, el edificio multifuncional e, incluso, los proyectos urbanos de interés social, asumieron papeles como espacios prioritarios de acumulación capitalista. Impresionante es como ninguna autoridad estatal o municipal es capaz de hablar abiertamente y menos magistralmente sobre este proceso de transncionalización inmobiliaria de la capital yucateca.
Para quien esto escribe, el proceso de supremacía mercantil nos muestra hoy con nitidez cómo el urbanismo oficial, es decir, el manejo administrativo realmente existente y operante, fue incorporando los cambios tecnocráticos y los mecanismos programáticos para convertir al mercado inmobiliario en promotor global de la ciudad de Mérida. Se fue sustituyendo y abandonando así un proyecto de ciudad ordenada y habitable, es decir, uno correspondiente a una sociedad de ciudadanos libres, por otro de consumidores enajenados y de productores ventajistas de bienes inmuebles.
Progresivamente, las regulaciones urbanísticas y las intervenciones públicas han desaparecido del espacio citadino por todos los rumbos de Mérida. Así mismo, los instrumentos del urbanismo moderno han sido despojados desde el Ayuntamiento de las capacidades del planeamiento experto para dar forma a la construcción de un programa social, que sea reflejo vecinal de un espacio social equitativo y solidario en la capital yucateca. Poco a poco, todo ha quedado a expensas del capitalismo especulativo e inmobiliario y, desde luego, de los negocios transnacionales del cosmopolitismo urbano de clase mundial.
Conclusión
Lo que se observa sobre la estratificación y el policentrismo urbanos en toda su extensión de nuestra ciudad, no es obra de la casualidad maniquea, sino del capitalismo especulativo e inmobiliario que ha prevalecido por sistema hegemónico y estructura oligárquica durante los últimos 25 años. Por esta razón, ya no podemos hablar ante los medios de ninguna noble y leal ciudad capital de Yucatán, sino recibir a los visitantes con un nuevo saludo:
¡¡Bienvenidos a la muy especulativa y cada vez más inmobiliaria ciudad de Mérida!!