En su cruzada contra los inmigrantes latinoamericanos, Donald Trump esgrime su más reciente estocada: quienes pidan asilo desde la frontera mexicano-estadounidense se quedarán en México durante su proceso. Una estrategia ilegal y peligrosa, según analistas.
«Nuestra firme política es atrapar y detener. No liberarlos en Estados Unidos», lanzó el presidente estadounidense en noviembre tras la llegada de una multitudinaria caravana de migrantes centroamericanos a Tijuana, una fronteriza ciudad del noroeste de México.
Huyendo de la pobreza y violencia en sus países, esa ola de más de 6.000 centroamericanos -integrada mayoritariamente por familias con niños- viajó durante un mes desde Honduras hasta las puertas de Estados Unidos con la firme convicción de pasar.
En dos ocasiones intentaron embestir masivamente el muro fronterizo. Unos entraron a hurtadillas por el desierto y otros se inscribieron en una larguísima lista de espera para tramitar el asilo desde una garita fronteriza.
Actualmente, otras cuatro caravanas están en camino.
Acorralado, Trump desplegó miles de soldados en su frontera sur y sigue desenvainando artilugios antiinmigrantes -retóricos y prácticos- para repeler lo que calificó de «invasión».
El martes, Estados Unidos hizo efectivo su «Protocolo de Protección a Migrantes», que obliga a los solicitantes de asilo que cruzaron ilegalmente la frontera sur a volver a México para esperar su audiencia con un juez estadounidense.
Hasta ahora, los solicitantes de asilo podían esperar la cita estando en libertad en Estados Unidos, pero muchos de ellos se esfumaban en el país sin ver al juez.
– Fuera de la ley –
En una posición que muchos juzgan de sumisa, el gobierno mexicano dijo que «no coincide con la medida unilateral», pero accedió «por razones humanitarias y de manera temporal» a recibir a los extranjeros que expulse Estados Unidos, siempre que «hayan recibido un citatorio para presentarse ante un juez migratorio» estadounidense.
«Esta idea que vende Estados Unidos de que México es su sala de espera no es real», estimó para la AFP Javier Urbano, profesor investigador de estudios internacionales de la prestigiosa universidad Iberoamericana.
Este «plan no se puede ejecutar, no es aplicable, no existen las condiciones ni legales, ni políticas, ni económicas, ni sociales», coincide Dolores Paris Pombo, coordinadora del observatorio de legislación y políticas migratorias del Colegio de la Frontera Norte.
El primer conejillo de indias de la criticada estrategia estadounidense fue Carlos Gómez, un hondureño de 55 años que llegó con la caravana en noviembre. Cruzó «cansado» de regreso a México el martes, portando una gorra y mochila azul, y fue conducido a un albergue fuera de Tijuana.
¿Por qué México accede a esta iniciativa?
«Esa es la pregunta de los 64.000 pesos», exclama Pombo.
«México lamentablemente en forma histórica se ha sincronizado a las políticas de seguridad estadounidenses (…) y ha aceptado las presiones», indica Urbano.
Algunas teorías más conspiracionistas apuntan a que, por debajo de la mesa, México accedió a cambio de favores económicos o influencias para solventar problemas internos.
– «Consecuencias nefastas» –
El gobierno del izquierdista Andrés Manuel López Obrador asegura que los centroamericanos que esperen en México tendrán una visa humanitaria que les permitirá trabajar.
Pero, «¿quién les asegura que van a encontrar trabajo, dónde van a vivir, quién los va a atender, quién les va a dar de comer, cómo se van a trasladar? Todo esto cuesta mucho dinero y no existe nada (previsto)», asegura Pombo.
Incluso el comisionado del Instituto Nacional de Migración, Tonatiuh Guillén, contradice a su propio gobierno.
«En tanto no se resuelva con claridad este contexto, que es sobre todo de naturaleza jurídica y además operativa, no podremos instrumentar ninguna medida», dijo recientemente.
Aplicar este procedimiento «no solo es ilegal, sino que podría tener consecuencias nefastas y catastróficas», advierte Katie Shepherd, abogada y activista del centro de reflexión American Immigration Council.
Migrantes en la frontera han sufrido «una amplia serie de daños, desde la imposibilidad de obtener vivienda y comida, hasta violaciones y asesinatos,» dice.
Hacinados y durmiendo a la intemperie bajo las gélidas temperaturas de invierno, los migrantes de la primera caravana han vivido en condiciones extremadamente difíciles en Tijuana, una peligrosa ciudad con presencia de cárteles narcotraficantes.
Por otro lado, Estados Unidos -con un incremento de 2.000% de solicitudes de asilo en los últimos cinco años- rechaza el 90% de las peticiones que recibe.
Y de los miles de centroamericanos de la caravana, solo 20% se inscribió en las listas de espera para solicitar asilo, según Pombo, por lo que serían muy pocos los centroamericanos que realmente seguirán un proceso en México.
«No hay un desbordamiento. El desbordamiento es por la masa de migrantes que están en tránsito y los que se van acumulando en la frontera», concluye Urbano. AP