“Un Padre nuestro y un Ave María por el ánima que no tiene a quien que ruegue a Dios por ella”, luego mi abuelita volvía a pedir: “Un padre nuestro y un Ave María para el anima más sola del purgatorio”, y así pedía otros Padres nuestros y otras Aves Marías por más ánimas solas fijadas con detalle y particularidad en la enorme cárcel que representa el Purgatorio. Y es que, el rosario que se rezaba en la casa de los abuelos Borges Lugo, el dos de noviembre ya de por si es largo, se alargaba un tanto más… como se alargaba el crujir de mi estomago por el hambre. No se puede comer, hasta que termine el rosario y la ofrenda sea entregada, así lo dictaba doña Dalia Lugo López viuda de Borges y así se tenía que hacer.
¿Ánimas solas, que es eso mami? Yo la interrogaba y ella paciente me respondía, que hay muchas almas en el purgatorio que no tienen a quienes rece por ellas, están olvidadas y por ellas hay que pedir, es una caridad que le hacemos porque cuando ellas lleguen al cielo y nosotros en algún momento estemos en el purgatorio, quizá en ese lugar como ánimas solas, ellas van a pedir por nosotros, por nuestra liberación… es un intercambio, un truquen que se realiza y que tiene por concierto en la eternidad. En ese momento no entendía muchas cosas, luego supe con detalle que el catecismo enseña que solamente los mortales y los santos pueden pedir y hacer algo por las ánimas del purgatorio.
La alta caridad que profesa el carácter del hombre y de la mujer yucateca no tiene límites, y el ánima sola es convidado en la celebración ritual de Janal pixanoob, en las albarradas que dividen los solares, o en un chuyub que cuelga en la rama de un árbol o bien en una mesita en un rincón de la casa se coloca un pan dulce, una jícara de agua, un vaporcito, algo de comida, es esto la ofrenda al ánima sola… ¡Hay que hacerlo, uno no sabe si en el futuro no seremos nosotros esa ánima sola!
¿Quién es el ánima sola mami? Para saciar la pregunta unos ejemplos. Había una señora que vivía en la hacienda Kuncheila, tenía esposo e hijo, pero los dos murieron por la cruel epidemia de sarampión, quedó doña Chonita sola con su alma, eran totalmente pobre, en la hacienda vivía de la caridad de los vecinos que le regalaban algo para comer, estaba postrada en su hamaca, por su avanzada edad. Cuando murió, los pobres vecinos no pudieron juntar para comprar su ataúd, y el hacendado dijo que no iba a comprar la dicha caja porque su esposo y su hijo murieron sin saldar la nojoch cuenta. Los vecinos la velaron, la llenaron de florecitas silvestres y la amortajaron en su hamaca, en la tarde cuando los hombres fuertes regresaron de raspar henequén se organizó el entierro, pusieron un palo largo y quedo la hamaca de sosquil guindado con el cadáver adentro, y como no hay cementerio en la hacienda la trajeron caminando al cementerio de Tekal. Parecía que llevaban una venadita muerta los cazadores. Con todo y hamaca la enterraron… doña Chonita es un ánima sola.
Vivía en el cuartel, así le decían al palacio municipal de Tekal, un muchacho grande de edad, como de cincuenta años, decían que no estaba del todo normal… bueno eso decían, en realidad don Max Carrillo era un simpático personaje, ocurrente que siempre tenía en sus palabras la chispa y la gracia para hacer reír hasta el más amargado vecino. Pasaba sus días y años en el palacio porque no tenía casa ni familiares. Era el diligenciero, iba a caminando hasta Izamal y regresaba cargado de los pendientes que le solicitaban, lo mismo traía un periódico, que manojo de botones, una medicina, una carta, etc. Cuando murió los vecinos hicieron colecta para su caja, y lo enterraron entre todos. Don Max, es un ánima sola.
Esos pobres hombres que, sin familia, y sosegados de sus males y ansiedad se entregan al vicio, esos que no tienen otro sueño de alegría que no sea el alcohol, ni otra esperanza de liberación que la muerte… Son también ánimas solas. No tienen familias y cuando mueren, colecta se hace en el pueblo para juntar lo necesario para comprar la caja, para pagar lo más necesario. Las flores y las velas también son colaboración de los vecinos y de gente que de verdad es piadosa.
En el palacio de mi pueblo, me han contado los mayores, vivía dos hombres solteros y sin familia, uno estaba “medio loco”, pero yo creo que en verdad era más cuerdo que todos los “normales”, porque era servicial y dispuestos siempre a ayudar a quien lo necesitara. Su trabajo, su disposición, lo hizo siempre apreciado de la comunidad. Murió sin familia, y el ayuntamiento pagó el sepelio. Es un alma que no tiene quien rece por ella.
Vivía solo un “muchacho raro”, su casa de palitos y techo de huano, que siempre estaba llena de papel picado, le gustaba hacer flores de papel para adornar el altar de la Virgen del pueblo. En la calle los hombres se burlaban de él, diciendo entre ellos la frase de ¡Ay te vas! Se respondían entre ellos: Jeelá, ese eres tú…! Dicen que vino de… no me acuerdo de que pueblo, vivió aquí, solo y sin familia… Es mejor no tener familia cuando esta te rechaza. Murió solito, lo enterraron los vecinos, es otra ánima sola.
En la esquina de rumbo de Dzarbay, vivía un señor de más de ochenta años, nadie sabe cómo llegó a radicar en el pueblo, pues no tiene familia por ningún lado, parece que fue una rama talada del árbol genealógico. Un día los vecinos se percataron que no salía de su casa… la muerte lo llevó en dulce sueño de una noche de febrero. Lo enterraron en el cementerio en una tumba con una cruz reciclada. Su tumba nunca llevó una lápida con su nombre, y su nombre pronto se borró de la memoria colectiva de su comunidad. Es otra ánima sola.
Hubo hace décadas atrás en Tekal una rezadora, tenia por apodo “Adorno” porque su cabello lo llenaba de cintas, prendedores, lacitos y cuando cosa a su gusto llegaba a sus manos. En los velorios se le veía rezando, en los ochovarios, en los cabos de años, y en los días de finados se la pasaba de casa en casa rezando por doquier, aplacando la solicitud de las familias. Cuando murió no había rezadora, todos decían se murió la rezadora… no tenía familia, no hay quien que rece por ella.
Don Limón el agrio, sin familia y mal encarado, solo reía cuando veía jugar a los niños, un día se encerró en su casa para no salir más… bueno si salió, pero cargado y dentro de una caja mortuoria rumbo al cementerio. No tenía familia, ni cosechó amigos, unas piadosas señoras que fueron al entierro rezaron en el camino, puesto en el hueco y cerrado este, se cerró su recuerdo y comenzó el olvido. Sus restos se perdieron… ¡Otra ánima sola!
Y la lista de ejemplo puede ser larga, basta con comenzar a escarbar para exhumar de la memoria de un pueblo a esos que pasaron por estas calles y solares, solos con su espíritu y solos con el pasaron a la otra vida. El cementerio también nos habla de las ánimas, mirando por doquier las osamentas, los despojos mortales, los manojos de huesos por aquí y por halla, no nos hablan de nombres ni apellidos, solo nos hablan de polvo y olvido. De tiempo, torpe vanidad, y de poca conciencia. Hacemos más tiempo muerto que vivos.
Dicen que el olor delicado y discreto que exhala las flores llamadas teresitas son el perfume de las ánimas solas. Con esa esencia quieren evocar a los mortales que ellas viven, en otro mundo, en otro espacio… Es como un bálsamo que acaricia la memoria y el viento. Que susurra a los sentidos y que despierta el recuerdo.
¡Ánimas solas que en el purgatorio están!
¡Que las saquen de pena y las lleven a descansar!
Estoy seguro de que es el aire de finados, que prevalece hasta el último día de noviembre, que me impulsa a escribir estas cosas sentimentales del Yucatán entrañable y de añejo pasado…
Texto de José Iván Borges Castillo.
Publicado en La Voz de Motul, 26 de noviembre del 2021.