Por Jose Ivan Borges Castillo
Eran los últimos meses del año de 1943, cuando llegó la cruel langosta a Yucatán, dicen los antiguos que el cielo quedó oscuro de tantos insectos que volaban. La desesperación se apoderó de las familias milperas; algunos comenzaron a tocar pedazos de láminas o latas, y hasta la escopeta comenzaron a reventar para asustar a estos bichos que se apoderaba de todo, pero todos los esfuerzos que se realizaron fueron en vano. Se comían las hojas de los árboles frutales y hasta del ramón, solo dejaban los “chilibes” de las ramas. ¡El maíz en la milpa pereció! Se comieron todo lo verde a su cruel paso.
Tras la langosta llegó el hambre… ¿Qué son las familias de los pueblos sin maíz y sin frijol? comenzaron a padecer de necesidad, dicen que algunos hasta el tronco del árbol de plátano molían con el escaso maíz para aumentar la masa y hacer las tortillas.
En el pueblo de Chapab de las flores los leñadores que surtían las casas principales del centro, se quedaron sin trabajo, porque ya nadie compraba leña, no había ni dinero y maíz para pagar con algo de comida. Y en medio de un triste ambiente que prevalecía, con niños de estómagos hinchados, de jóvenes raquíticos y huesudos, la muerta comenzó a entrar en las casas. Dicen que uno de estos leñadores, que vivía sobre el camino que conduce a Ticul, tras llevar varios días cargando un tercio de leña en sus espaldas buscando a quien vender, fatigado y sin comer, se encerró en su casa resignado donde la muerte lo encontró. Otro más murió de hambre a la orilla del camino. Triste fue el año que le siguió, que corresponde a 1944.
CONTINUARÁ…
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