Desde que la presidenta del INE apareció en cadena nacional para dar a conocer los resultados del conteo rápido de las elecciones del 2 de junio, donde informó que Claudia Sheinbaum había logrado de 58.5 a 60.8 por ciento de la votación mientras Xóchitl Gálvez había alcanzado tan sólo de 26.63 a 28.1 por ciento y Jorge Álvarez Máynez de 9.9 a 10 por ciento y que esta proporción se había mantenido entre los diputados y senadores, los comentaristas de la derecha se quedaron paralizados para luego acuñar la frase: ¡ha sido una paliza! Más tarde, Gálvez no tuvo más remedio que aceptar también la derrota. Lo que ha ocurrido en estas elecciones a cuyos resultados habría que agregar los siete triunfos de Morena en la mayoría de las gubernaturas, requiere de un profundo análisis, que no es sencillo debido a que existen múltiples factores; sin embargo, trataremos de esbozar una hipótesis: durante los meses anteriores, la derecha había llevado a cabo, a través de todos los medios de comunicación y gastando mucho dinero, toda una estrategia basada en la explotación de todos los problemas con que se había enfrentado el gobierno de López Obrador: la lista diaria de todos los asesinatos dolosos perpetrados durante esta administración; el lamentable escenario de las madres buscadoras de sus parientes desaparecidos; el fracaso del Insabi; los muertos durante la pandemia que tomó al país sin los suficientes medios para enfrentarla; la corrupción; el fracaso en la política de abrazos, no balazos; la presunta relación del Presidente con el narcotráfico; la reforma del sistema educativo y muchos más. La estrategia llegó al grado de que había una especie de competencia entre los voceros para ver cuál injuriaba más al Presidente y su candidata. Con la magnificación de lo anterior, la derecha consideró que la gente se convencería de que Gálvez era la mejor opción para derrotar a Sheinbaum como representante de la continuidad del lopezobradorismo. La estrategia incluyó el uso de la marea rosa que había sido convocada originalmente para “salvar a las instituciones autónomas y por la paz”, que logró reunir a miles en la Plaza de la Constitución y en varias ciudades del país. La derecha pensó que, con las movilizaciones, la denuncia y los discursos de su candidata sería suficiente para vencer morenismo; sin embargo, el 2 de junio llegaron a la conclusión de que habían fracasado. La pregunta se impone: ¿qué falló?
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