Jose Ivan Borges Castillo
Ecos de lo que contaban los abuelos dice que, en la tarde del Viernes Santo, sobre la sima de los cerritos, los antiguos “muules”, ruinas de montículos prehispánicos, se escucha el canto de un gallo al mediodía y en la noche. Ese canto solo lo pueden escuchar los niños, la gente inocente y en ocasiones, se deja escuchar a los incrédulos para hacer brotar la fe. El canto del gallo marca el anuncio de que es un día especial, es un día sagrado en el calendario emocional de los antiguos, es un signo privilegiado en el devenir del tiempo.
Un gallo cantó, pero no sé ve al animal, solo por la dirección del sonido se sabe que provino de lo alto de un viejo “muul” y que, a su canto, durante la noche y mediodía, esas tierras y ruinas encantadas vuelven por instantes a la vida.
También se dice que en la tarde y noche del viernes santo se escucha el eco de una campana en medio del monte, que resuena también para despertar el encanto del monte y de esas viejas tierras.
Tal parece que el gallo que contiene pintada la Santa Cruz verde dicta al saber de los abuelos no el gallo que canto tres veces para hacer arrepentir al apóstol Pedro de sus negaciones, sino para decirle a la memoria que un gallo sagrado canta en los mules el viernes santo, recordando un sacrificio divino que marcó el fin de los vetustos y arruinados oratorios mayas.
Con el canto de un gallo se marcan un lamento, un punto de misterio del monte, un despertar de la memoria antigua sobre este día santo.
José Iván Borges Castillo
Viernes Santo, 2024
