viernes, julio 26, 2024

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Los cines de barrio .Estampas

Jorge H. Álvarez Rendón (*)

Es un estacionamiento como cualquiera. En este momento sólo hay dos automóviles y una vieja camioneta.

Aunque no tengo vehículo, entro en este estacionamiento porque en su espacio existió alguna vez un cine. El cine Alcázar, pequeño lujo del barrio de la Mejorada.

Fundado en 1928, vivió sus momentos de oro cuando se organizaban las sesiones de «cine-dancing», durante las cuales, mientras los adultos veían las películas mudas, un pianista, un saxofonista y un baterista tocaban para que los muchachos bailasen el famoso «Charleston».

Cuando mis abuelos se pasaron a vivir a nuestra casa de la calle 52, lo primero que vieron al abrir la puerta fue un anuncio de papel tirado en el piso. El Alcázar avisaba que aquel día -domingo 11 de septiembre de 1932- se exhibiría la película «Con el frac de otro». Precios: damas, 30 centavos, niños, 20, y caballeros, 60.

Mi madre guardó celosamente aquel anuncio por 62 años y ahora -amarillento y puesto en cuadro- cuelga en un rincón de mi sala.

Para un barrio como Mejorada, plural en su constitución social, con comerciantes libaneses, profesionales, artistas, soldados con sus soldaduras, el cine Alcázar fue un centro de conjunción, un alegre punto de convivencia, sobre todo en los fines de semana.

Después de ayudar en misa de nueve de la mañana, con los 60 centavos que nos daba el padre Ojeda, corríamos Pelón, el Conejo y yo hasta la taquilla, donde la gordita doña Helvia ya nos esperaba para dar el campanazo de la matiné que incluía -con suerte- las aventuras de Tarzán y su compañera.

Cuando se quiso convocar a los vecinos para apoyar el plan del doctor Solís Aznar sobre la necesidad de agua potable, nada mejor que el espacio del cine Alcázar. Me parece estar viendo -año de 1956- al comité que presidía el doctor Contreras dialogando con los vecinos, entre animados y renuentes. «No podemos seguir tomando agua de pozos, señores…».

Ahora que me paseo por este amplio espacio donde caben acaso 50 vehículos imagino aquellas butacas corridas de madera verdosa, las cortinas desflecadas, los pisos que el «Xut» apenas trapeaba y la inmensa pantalla donde los Halcones Negros desafiaban al Invasor Letal o Adalberto Martinez «Resortes» transformaba el mambo en arte en la trama de «Baile mi rey».

Cines de barrio -Encanto, Rialto, Esmeralda, San Juan y Alcázar- nunca se podrá saber cuántas historias encerró su sencilla, doméstica existencia. Esas olorosas, pulcras, cómodas, siempre idénticas salas de cine de las plazas jamás podrán irradiar su tierna atmósfera.- Mérida, Yucatán.

*) Cronista de Mérida

IN MEMORIAM por Merida de Zavala

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