La SEP ha iniciado desde el pasado diciembre una serie de consultas mediante el método de Asambleas con el cuerpo de profesores y en varias entidades del país, cuyo objetivo central es tener diálogos que lleven a darle algún contenido a eso que han llamado “nueva escuela mexicana”.
Hay evidencias de que se trata de una maniobra doble: de adoctrinamiento ideológico y de control político. Ha trascendido a la opinión pública que se intenta eliminar de los planes y programas educativos palabras “de la época neoliberal” y poner en su lugar otras más afines para el anticapitalismo de los actuales promotores y dueños de las direcciones de la SEP. El tema es serio porque afecta y afectará a millones de estudiantes de “todos los niveles de educación”, desde la básica hasta la superior.
Para los que “orientan” estas ideas de cambio educativo hay una especie de delirio (es decir, esa confusión mental caracterizada por alucinaciones, reiteración de pensamientos absurdos e incoherencia), pues ellos creen que sus especulaciones ya existen y están en la conciencia del profesorado nacional. Algo así como que “la revolución de la 4T ya está en curso”, sucede todos los días, cada vez que hay “resistencias” (sic) al poder “del pasado neoliberal”. Sufren la idea fija de que las y los profesores son –o quisieran que fueran– aliados “naturales” del Movimiento (Morena). El problema, para los orientadores, es que aún hay quienes tienen ideas “caducas en educación” y se quedaron atrapados en nociones tales como “competencias” [educativas] o “eficiencia terminal”, incluso el denostado término de «evaluación» (término que les parece una invocación demoniaca o la restauración de la tienda de raya porfirista).
No hay ninguna alternativa pedagógica, no hay ni la mínima referencia a los procesos cognitivos de aprendizaje, ni estrategias educativas (ya que son tomadas como tácticas “eurocéntricas”). Nada de eso. Todo es adoctrinamiento anticapitalista. Pregonan una suerte de “identidad natural”. Según esto, cada individuo tendría una singularidad basada en sus raíces y eso es tan inobjetable como evidente. Ni Rousseau lo hubiera pensado mejor.
USTED NO HABLA ESPAÑOL, SE LO DIGO EN ESPAÑOL
En la «nueva escuela mexicana» han eliminado como materia el Español y la han sustituido por «lengua materna». Lo cual podría parecer un disparate a estas alturas del desarrollo del mundo, pero tiene que ver con una cierta noción de identidad que pretende desentrañar los saberes ancestrales, ¿de quién?, de algún grupo étnico. Así, si mi lengua materna es náhuatl, mayo, tzeltal, otomí, totonaco, chol, mazateco o cualquier otra de las 68 lenguas, entonces se debe respetar mi identidad y –aún más– debe entenderse que mi lengua entraña una cosmovisión particular. Esto es cierto. El problema es cuando se encara desde el punto de vista del aprendizaje.
La trampa no es la admisión del multiculturalismo, que la SEP viene reconociendo décadas atrás (existen universidades multiculturales). Como sinónimo de “pluralismo étnico”, se entiende que diversos grupos étnicos colaboran y entran en “diálogo entre ellos”, sin tener que sacrificar a sus identidades particulares. Declarar que los estudiantes de educación básica aprenden en la escuela una «lengua materna», implica una segmentación y una exclusión de las personas. No todos hablan o tienen la misma lengua materna.
Además, se trata de un problema presupuestario. ¿Cuánto dinero hay que gastar para contar con «materiales educativos» adecuados para sustentar la asignatura de “lengua materna”? ¿Cuánto invertir para la formación de profesores bilingües y biculturales? Más allá de las limitaciones económicas que todos los profesores conocen y sufren, está el aprendizaje de ciencias y artes, culturas y tradiciones que van más allá de un grupo étnico. Por ejemplo, a los europeos del siglo XVI les costó un enorme trabajo el pasar de un extremo a otro, dejar atrás la interpretación tradicional-medieval y abandonar sus prenociones sobre el mundo antiguo (el planeta Tierra no es plano). Fue un triunfo que logran sustituirlas para comprender las nuevas ideas de la ciencia moderna: la visión creada por Newton y, más adelante, por Darwin y Freud. Para qué hablar de concepciones como la relatividad de Einstein o la cuántica de Planck. O la geometría no-euclidiana de Riemann. ¿Quedan fuera de la «nueva escuela mexicana»?
O, en otro plano, cómo aprender la lengua y sus significados en obras como El Quijote, la poesía de Nervo, de Rosario Castellanos, de Sor Juana, de Paz, Sabines, Borges y Neruda, o la prosa de Juan Rulfo, de Carlos Fuentes, de José Emilio Pacheco. También estas escrituras entrañan concepciones del mundo. No conocerlas, como no conocer la ciencia y la tecnología actuales, es marginarse de la realidad. (Aunque Marx Arriaga –el de materiales educativos de SEP– ya recetó la consigna: leer por placer es un gusto burgués.)
Parece una huida hacia una suerte de «pureza» étnica que no resiste la menor confirmación científica.
Aquí, como en otras cosas, no se trata de tanto que “ni la lumbre queme al santo ni tanto que no alumbre”. Hay que reconocer las lenguas de los pueblos originarios, pero eso no significa marginarse y dejar de lado la mirada de que los niños enfrentarán un mundo en el que, por ejemplo, harán uso de dispositivos electrónicos cuya manipulación requiere el conocimiento de instrucciones que vienen en idiomas diferentes a la «lengua materna». (Aquí no vale el argumento de que se trata de «razón instrumental», sino de sobrevivencia.)
INQUISICIONES Y CONTROL
Muchas de tales ideas que miran al pasado se exponen el texto Planes y Programas de estudio 2022 se pueden consultar en la siguiente liga:
Tienen esas ideas un fondo que recuerda la manera en que el estalinismo enfrentó la organización de la ciencia y la cultura durante más de 40 años.
Aunque el programa socialista de Lenin contemplaba el apoyo a la ciencia y la tecnología y, por ende, daba sustento a la libertad de investigación y respaldos adecuados a las universidades y centros de investigación, a mediados de los años 20 del siglo pasado cambió el lenguaje usado por la ciencia, con un nuevo léxico y estilo. Se fue imponiendo como eje doctrinal inescapable el marxismo y la concepción materialista de la historia. Nuevos dogmas. Se fundaron universidades específicamente comunistas (algo semejante a las universidades “Del Bienestar”), como el Instituto de Profesores Rojos, para crear una nueva intelectualidad que apuntalara un «ataque masivo de la juventud revolucionaria sobre la ciencia», como señaló Stalin en mayo de 1928.
Un año después, Stalin anunciaba su «Velikii Perelom» (‘el gran salto adelante’), y, como señaló el historiador Peter Watson, el proyecto aplastó toda iniciativa privada, se pretendió eliminar para siempre las tendencias del mercado y se colectivizó la agricultura. En el ámbito científico, surgieron las primeras detenciones de personas «sospechosas» de no seguir el credo soviético, se produjeron varios exilios y se desarrollaron las persecuciones judiciales contra los críticos, fueran científicos o no. Más tarde, en julio de 1936, se suprimieron áreas enteras de la psicología y la pedagogía. La consigna oficial era: «Kadry reshaiut vse», que Watson traduce como «La oficialidad lo decide todo».
Para el tercer año del gobierno de Morena, los dueños de la verdad oficial se sienten temerosos de que la información crítica, los intelectuales, los medios y sobre todo los estudiantes se salgan del redil y contaminen la «pureza» del pueblo bueno con las armas de la crítica. Quieren perpetuar un programa de gobierno que no evalúa nada, que hace cosas sin planeación alguna, que no conoce autocrítica ni admite oposición, que es reacio a la ciencia «occidental», que desdeña en el discurso (pero solo en el discurso) a la economía de mercado, y que mira con preocupación las caídas y deslices incontrolados de su Líder Supremo. Vía el CONACY, la SEP y el Fondo de Cultura Económica, y con el debilitamiento de las instituciones ligadas a la sociedad civil, nos quieren llevar a su «gran salto adelante» y mantener así a la nueva clase dorada que llegó con Morena.
Walter Beller Taboada
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