por Gerardo Vargas
Aquí mi madre con una radio antigua. Somos gente de los bajos de la sierra de Fresnillo, Zacatecas. Ahí donde hoy suenan más fuertes los balazos que la radio. Ahí, donde de niño, escuche los mensajes en radio de los familiares y conocidos muertos en «el otro lado», migrantes, cuya única conexión con su pueblo eran las cartas y telegramas enviados a la cabina de la estación de radio local. Ahí donde escuche avisos de vacas, caballos, mulas y burros perdidos, metidos en potreros ajenos, donde el buen vecino tenía la intención de devolver a sus dueños originales.
La radio me acompaño desde niño y hoy sigo vibrando con la energía que se desprende de esta máquina generadora de imágenes y sentimientos. Antes como radioescucha y hoy del otro lado, pero siempre amando la radio. Gracias a mi madre, gracias a mis compañeros de esta industria, gracias a mis mentores, gracias a la radio
