Víctima de un derrame cerebral a los 43 años, Chico Che, “el hombre del overol”, murió un 29 de marzo en la Ciudad de México, ahí su cuerpo fue velado pero su último destino fue, por supuesto, su natal Villahermosa. Atrás quedaron los días de fama, de shows en vivo y en la tv. Los LP’s y los discos de éxitos. Su viuda y su hijo cuentan cómo vivieron aquella época.
EL OVEROL
Francisco José Hernández Mandujano se mira al espejo en un hotel de Nueva York y dice: Pinche Chico Che, me das risa.
Su hijo le mira recostado en la cama en el anochecer neoyorkino y a lo lejos se ven algunos edificios que llaman rascacielos. Se oye música en español.
Chico Che se mira otra vez y repite como un incrédulo: Pinche Chico Che… me das risa. Se hace un silencio.
No se conoce porque algunos años atrás cargaba bocinas y cables en los pueblos del sur de México. En Playas de Catazajá, en Chiapas, él y sus músicos usaron un cayuco (canoa) para transportar los instrumentos de cuerdas y metales.
Por esta razón, contemplarse en el espejo es una mirada retrospectiva a los primeros años en que cantó entre pantanos y potreros.
Ahora, frente al espejo, se ha puesto un overol de piel fabricado para la ocasión. Sobre el overol, el atuendo que eligió para construir su imagen, una gabardina negra y un sombrero del tío Sam.
“Aunque me parezca a Dick Tracy pero siempre mi overol”, y se quitó la gabardina y el sombrero. Al dejar de mirarse en el espejo se ha puesto sobre el overol de piel un suéter de rayas azules.
Era la primera ocasión que un músico tabasqueño estaba en la Gran Manzana cantando en español música tropical con unos rasgos de rock.
El primogénito de Chico Che -que le mira desde la cama- comprende que el padre ya está en las grandes carpas, que es famoso y que atrás quedó el cruzar bocinas y cables en cayuco.
Hay dos versiones de cómo Francisco José Hernández Mandujano, Chico por Francisco y Ché por José, comenzó a usar el overol. En la década de los setentas, en México, ponerse overol era sinónimo de ser gabacho, venido de los yunais esteis, época en que el pantalón de mezclilla se utilizaba sólo para trabajos de fábrica o campo.
La esposa de Chico Ché cuenta que un día compró un overol y sintió que estaba cómodo. Se lo puso. Partió de casa. Cantó en un baile y al público le gustó.
—Ya no se sentía un menonita —dice la señora Concepción Rodríguez.
En las siguientes semanas, Chico Che le pidió a un sastre que le confeccionara otros overoles, unos modestos, otros con telas brillosas y uno más de piel.
—Mi compadre Chon le hizo uno de piel.
Es probable que el overol de piel lo haya usado en Nueva York a mediados de los ochentas. Es probable.
Esa primera vez que salió de casa (calle 7 en Villahermosa) con el overol, su mujer creyó que la gente pensaría en los inicios de una locura que lo llevaría a la ruina. No fue así.
La segunda versión la narra su hijo Francisco: Chico Ché fue obrero petrolero. Una noche cantaría con el grupo musical Los temerarios -lo haría después con Los bárbaros- en su natal Tabasco. En la víspera, un amigo “gringo” a quien llamaban Robert le regaló “cosas gabachas” y entre el cúmulo de objetos un overol, uno fabricado con mezclilla.
—Esa noche no tiene qué ponerse y se pone el overol de Robert.
—¡No vas a ir así! —le dijo en voz alta Concepción—. Sí oyó pero no le prestó atención.
Ocho horas más tarde, él regresaría a casa. Le diría al oído, mientras la hembra dormía, que el vestuario había gustado y que todos le miraron desde que entró al salón de baile.
A los pocos días, Chico Che sentenció:
Éste es el atuendo de Chico Che, no me lo voy a quitar.
Francisco asegura que el nacimiento del personaje Chico Che fue ocasional. Lo que sí reconoce es que su padre decía que un personaje siempre debía ser emblemático. Y citaba a Cantinflas, a Kalimán, a muchos.
—Pero la verdad es que no tenía qué ponerse.
Con los años, un hermano del saxofonista Eugenio Flores le hizo algunos overoles y otros tantos los fabricaron en Campeche.
https://www.youtube.com/watch?v=yzBKdNAjHPM
Con estos overoles llegó a la Ciudad de México, la capitalsueño de los artistas y músicos. Le miraban raro. Pese a las recomendaciones de vestir de otra manera, Chico Che ya había adoptado -y se lo decían en la calle- un segundo nombre artístico: El hombre del overol. Una tarde se presentó en la empresa Televisa, estaba por iniciar el programa Siempre en domingo conducido por el presentador Raúl Velasco. El formato era cantar y ser entrevistado por el presentador que impulsó la carrera de muchos, y truncó la de otros.
—Oiga, ¿usted no se va a cambiar? —le preguntó Velasco a manera de orden.
—No, éste es mi vestuario —respondió el hombre obeso, pelo largo y de lentes gruesos.
Foto: Álbum familiar/Especial
Chicho Che y su grupo La Crisis, en acción.
Para los hijos de Chico Che, presentarse en televisión nacional era ir contra todos los pronósticos. Más, si se trataba del poder que amasó por muchos años Raúl Velasco. Su hijo Roberto Carlos Mandujano no olvida este episodio.
Una semana después de la muerte de Chico Che (29/03/1989) Velasco dedicaría unos minutos de Siempre en domingo para lamentar su partida repentina. Diría: fuiste genuino, auténtico. Contaría, además, la primera ocasión que estuvo en Televisa: Octavio Esquerra lo vio vestido así y le dijo vamos a salir al aire, ya cámbiese… y luego de un silencio El hombre del overol dijo cuatro palabras: “yo siempre salgo así”. Diecisiete letras bastaron para dar respuesta. Pero, al principio “no quería que Chico Che tocara” precisa Concepción Rodríguez.
Al fallecimiento de José Francisco Hernández Mandujano ninguno de sus tres hijos se puso el overol para continuar con el legado. Hace poco lo hizo un nieto en un festival escolar.
Un representante artístico le pidió al hijo mayor escenificar a Chico Che. No aceptó. Aquella tarde neoyorkina Francisco Jr. descubrió que el personaje del padre había adquirido un valor insustituible. Lo supo desde que lo vio mirarse al espejo y éste repetía “Pinche Chico Che, me das risa”.
—Yo no me puse el overol para ser un chusco
—Menos por dinero
—Me quedó grande el overol
A propósito de edificios y rascacielos, un día Chico Che tomó del brazo al saxofonista Eugenio Flores y le pidió mirar por la ventana del hotel Palace. Repetiría una frase que se volvería realidad: Mira, el monstruo de concreto, algún día será nuestro.
A su esposa se lo diría de otra manera aquella tarde en que ambos miraron el equipo y los instrumentos de Marco Antonio Solís, El Buki: Conchita, algún día, algún día.
Dos años después ya estaría en giras nacionales y extranjeras compitiendo con su rival norteño Rigo Tovar y comenzaría la discografía de Chico Che y las canciones que repetían -en las letras- la desaparecida letra CH (che) como De quen Chon que en castellano era De quién son.
Kristian Antonio Cerino sinembargo.mx