viernes, julio 26, 2024

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Alerta educación

Desde hace dos años tengo un amigo al que llamo mi compadre, él vive en Ixtapa Zihuatanejo como yo y tiene 6 años, es listo como el que más, aprendió a andar en bicicleta en dos días y ya circula solito por toda la colonia. Es mi maestro de Tik Tok y de Mincraft, su abuelo es un gran jardinero y él lo combate, pero lo admira; hace esfuerzos por imitar su voz adulta y si yo le llamo compadre es porque cada noche sale a buscar a su otro amigo, Chucho que es velador y compadre de su abuelo. Mi compa sale reglamentariamente a las 9 de la noche y grita: Compadreee alúzame (con su melodioso acento costeño y recuperando un metafórico arcaísmo). Para Alex, ese es su nombre no existen chairos o fifís, ricos o pobres, Chucho o yo somos sus amigos y punto. Cada mañana se levanta temprano y llora desesperado porque odia la escuela; sin embargo, con Chucho aprendió a andar en bici en fa y conmigo arma legos, jugamos a leer y hacer cuentos. 

Sobra decir que amo a los niños tal vez por eso soy educadora (termino muy pretensioso porque a veces siento que son mis alumnos los que me han educado por más de 20 años) y aprovecho la vejez para camuflar mi hambre de juego y sed de historias que me lleva por el camino de dar clases para perderme en los mundos llenos de piezas de colores, miniaturas, rimas y preguntas, miles y miles de preguntas. Existen dos programas de televisión que me han enganchado uno es japonés Old Enough en inglés que podemos traducir como lo suficientemente grande y su título en japonés es Mi primer mandado; y el otro español, pero de origen inglés La vida secreta de los niños (Secret life of the four years old) nos muestra cómo aprenden, se relacionan y expresan sus emociones un grupo de niños de 4 y 5 años. Ambos programas dejan ver un tema crucial en la educación de cualquier ser humano: La confianza.

El programa japones tiene una premisa muy simple  qué pasaría si a un pequeño de entre dos y seis años , les ordenas hacer un mandado solos (comprar comida, entregar paquetes, etc.) acompañados de incógnita por un camarógrafo que registra su odisea. Inició como segmento de un noticiero pero después fue un programa por sí mismo. Está inspirado en un libro ilustrado de Yoriko Tsutsui y Akiko Hayashi del mismo nombre (publicado en inglés como Miki’s First Errand).  El programa lleva tanto tiempo, que un de los niño iniciales ya es padre y decidió enviar a su hijo al programa para hacer su primer mandado. Los niños que participan son elegidos y antes de la filmación, se inspeccionan las rutas para evitar peligros y personas sospechosas.

El programa español es una especie de niñobrother donde un grupo de niños de entre 4 y 6 años son filmados mientras interactúan en un salón de clases con la presencia esporádica de dos profesores que mayormente detonan el juego. El objetivo es estudiar la forma de convivir de los niños sin la intervención de los adultos, permitiéndoles que mayormente arreglen ellos sus problemas.

En esencia ambos programas descansan sobre permitir que los niños convivan y se desempeñen solos. Eso tiene todo que ver con el mejor sistema educativo del mundo: el sistema finlandés. 

Más que una premisa

En Finlandia saben que la educación debe ser su apuesta número uno y por ello invierten grandes sumas de dinero; los finlandeses creen en la inclusión y en que brindar iguales oportunidades educativas para todos marca la diferencia entre una nación desarrollada y otra que no lo es, por ello garantizan educación de calidad gratuita desde pre primaria hasta educación superior; los libros de texto, la comida y el transporte para los estudiantes que viven más lejos de la escuela son gratuitos. En la educación superior son los propios estudiantes o sus padres quienes compran los libros pero bajo ninguna circunstancia los textos tienen carácter de obligatorios, cada escuela, incluso cada profesor puede elegir los textos que le parecen pertinentes. La educación de adultos es la única que puede requerir pago pero existen un generoso sistema de becas y préstamos para estudios. Surge entonces el tema de la confianza: en la educación, en la población y en los ciudadanos.

La educación debe ser divertida, un deleite, así que el sistema finlandés confía en el juego como la mejor forma de cultivar el aprendizaje. La confusión que el tema genera en los connacionales desconfiados es asociar el juego con el caos; como todo niño y deportista profesional sabe, un buen juego requiere de reglas, roles bien definidos, tiempos establecidos y mucha pero mucha colaboración. También algo de competencia pero la colaboración es la premisa obligada para un juego serio y para la palabra que como diría Barney es mágica: confianza, en las reglas, en los jueces, en el juego mismo y en sus integrantes. Sobra decir que en estos juegos no existe la exclusión por origen, lengua, capacidades especiales incluso migrantes. Todos juegan como decía la mítica perinola de la infancia.

Ellos mismos consideran que la base de su sistema es la confianza, la responsabilidad y la autonomía en todos los niveles. No hay regulaciones que rijan el tamaño de las clases, el presupuesto, las adquisiciones y la contratación son responsabilidad de cada escuelas.

Los docentes tienen autonomía pedagógica. Pueden decidir por sí mismos los métodos de enseñanza, libros y materiales. En Finlandia, las inspecciones escolares se abolieron a principios de la década de 1990. La ideología es dirigir a través de la información, el apoyo y la financiación. 

Educación, básica 

Leer, escribir y hasta contar son temas en los que se profundiza hasta el equivalente al quinto de primaria, antes, el centro de la educación es justamente enseñar a los niños a convivir, a conocerse a sí mismos, es decir en confiar en ellos, en los otros, en las reglas y por todo eso, la autoevaluación es la base. Todas esas competencias que integran la convivencia y que hemos dado en llamar valores: honestidad, responsabilidad, respeto por el otro, amabilidad, orden, etc. Así, ellos mismos fijan sus objetivos: quiero mejorar mi relación con amigos; no quiero pelear tanto, etc. Y son ellos quienes dictaminan a diario su avance, cuando el objetivo se ha logrado, cambian por uno nuevo y al final del ciclo escolar el o la profesora les da una evaluación final cara a cara, un comentario y no una cifra. 

Los finlandeses creen y yo me sumo, que mientras no aprendamos a tratar a los demás y a nosotros mismos con decoro, somos incapaces de todo lo demás. La honestidad, la inclusión, la autonomía, el respeto, son premisa para construir a un ser humano íntegro que luego aprenderá a ser crítico y que finalmente podrá llenarse de contenidos.

Por todo lo anterior, cuando la nueva Secretaria de Educación Pública (SEP) habla de la transformación de la educación en México no podemos menos que comparar en lo esencial la mejor educación del mundo con la nuestra, al menos en la búsqueda de esa piedra de toque que es la confianza y que a todas luces está ausente por temas de congruencia, integridad y ejemplo. Uno no puede menos que pensar en el tipo de alumnos que fueron nuestras autoridades y que han dado como resultado a este tipo de funcionarios. Le invito a hacer el ejercicio imaginativo. ¿Cuántos de estos valores fundamentales constituyen su propia actuación? ¡Cuántos de los objetivos de desarrollo sostenible se están violando? Sin hacer el recorrido pormenorizado que salta, lamentablemente a la vista de manera cotidiana, cabria pensar en un tema crucial…

Autoevaluación

Ninguna evaluación extrínseca sirve si no hay conciencia sobre el propio actuar y pienso en mi compadre que me confesó que un día le dijo su mamá que entrara a mi casa y tomara mis colores sin permiso al fin yo no estaba en casa; y él me dijo claro y fuerte que le dijo que no, que yo era su amiga y él tenía que pedir mi permiso; o el japonesito confiado que cansado tras 20 minutos de caminar recuerda que olvidó uno de los artículos del mandado y exhausto sabe que no debe fallar, ambos van animados por su propia conciencia; del mismo modo la niña que llora en el programa español porque rompió una máquina de chicles al desobedecer las reglas y todos sus compañeros se angustian con ella porque les duele a todos el regaño. Uno pierde las esperanzas cuando descubre que en todos los discursos se usan ciertas premisas correctas, pero no se orquestan ni se siguen y todo es un cuento que nos cuentan tratando de engañarnos como niños. La educación en México está en alerta y si bien no somos Dinamarca, ni Finlandia tampoco queremos ser Cuba o el México con orejas de burro en el que nos estamos convirtiendo. Habrá que regresar a lo básico y con ello autoevaluarnos como ciudadanos, padres y maestros. 

 

Regina Freyman

regina.freyman@itesm.mx

Maestra en Letras Modernas por la Universidad Iberoamericana y profesora del ITESM, campus Toluca

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