Lo sucedido en Tulum y Puerto Morelos, además de la gravedad que tienen en sí las balaceras y el enorme riesgo que tiene que tan abiertamente los cárteles del narcotráfico estén peleándose la plaza, provoca un brutal y severo golpe al turismo.
Lo que pasó en la Riviera Maya, y seguirá pasando, es información “caliente” y por razones obvias de gran difusión y repercusiones más allá del país.
Los hechos adquieren mayor relevancia porque involucran turistas extranjeros quienes en medio de sus justificados temores difunden en redes lo vivido; se constata con el gran número de visitas que han tenido los testimonios de algunos turistas.
La Asociación de Hoteles de Cancún, Puerto Morelos e Isla Mujeres define lo qué está pasando como una “feroz y despiadada lucha entre las bandas delictivas dedicadas a la venta y distribución de drogas en las playas, y que en los últimos meses se celebra con mayor intensidad por el control de las plazas”.
La Riviera Maya se ha convertido en una especie de gallina de los huevos de oro del turismo mexicano. Se ha detonado una significativa presencia de visitantes extranjeros a partir de que se han ido atemperando las causas y efectos de la pandemia, la cual nos sigue teniendo en vilo por la inminente llegada de la cuarta ola.
El sector hotelero y restaurantero han hecho un gran esfuerzo por crear las mejores condiciones posibles en materia de salud; sin embargo, contra lo que poco o nada pueden hacer es contra la violencia que de manera particularmente significativa se ha desatado en estos meses; diversos informes consignan que en Cancún se presentan tres homicidios diarios.
Lo que está pasando tiene que ver con narcomenudistas al servicio de los cárteles, los cuales efectivamente se están peleando la plaza. Lo sucedido en Puerto Morelos es la manifestación de cómo se ofrece la droga a plena luz del día en las playas sin que autoridad alguna actúe.
Todos saben quién vende la droga, cuánto cuesta, dónde se consigue y qué es lo que se tiene que hacer para adquirirla. No es una historia nueva, lo que sucede es que están participando cada vez más sectores en el proceso, en el cual en muchas ocasiones los servidores turísticos poco o nada pueden hacer, a veces no les queda de otra que ser cómplices involuntarios.
Es sabido que algunos turistas son quienes buscan la droga, son quienes preguntan a quienes atienden en restaurantes u hoteles. Existe una fama que tiene que ver con las grandes facilidades con que se pueden conseguir drogas en zonas turísticas de playas del país y en particular en la Riviera Maya.
Los narcomenudistas lo saben y presionan buscando que les acerquen “clientes”, dándoles una “compensación” a quienes les “ayudan”. Como es de imaginarse los que participan en el proceso no tienen de otra que hacerlo.
Lo paradójico es que en ocasiones algunos turistas se sorprenden cuando en algún sentido, para decirlo de manera políticamente incorrecta, son quienes indirectamente terminan por ser parte de lo que sucede.
Si bien lo que está pasando en la Riviera Maya tiene una enorme trascendencia, porque da una imagen del país por más que el problema esté focalizado, no se puede perder de vista que cada vez es más evidente la gran cantidad de municipios que viven situaciones similares.
Tulum y Puerto Morelos obligan a tomar decisiones a las que se les están dando largas: la legalización de las drogas.
Insistimos, lo que pasó y seguirá pasando, además de la descomposición social que provoca, pone en gran riesgo una de nuestras grandes gallinas de los huevos de oro del turismo.
RESQUICIOS
No se la pueden pasar administrando el conflicto real que significa la caravana migrante. En medio de acusaciones, señalamientos y enfrentamientos la caravana avanza, a la cual se van sumando migrantes porque se va creando la idea de que llegarán a la capital en donde los invisibles se harán visibles; estamos cerca de una crisis humanitaria.
Javier Solórzano