Dice @rivapa que, basado en dos fuentes muy serias, él aseguró que el presidente, además de Covid, había sufrido un infarto. Y luego acepta que se equivocó y ofreció disculpas. Bien por el periodista. Sin embargo, hay un error adicional y quizá sea el más relevante: la decisión de “informar” sobre un tema tan delicado basado exclusivamente en dos fuentes, por muy serias que sean. La prudencia también es un imperativo ético.
La equivocación de Raymundo Riva Palacio es un ejemplo entre decenas más que mucho se deben a la ansiedad de notoriedad y el deseo de “ganar la nota” por encima de lo que sea; ese apetito tradicionalmente se ha asociado, erróneamente, a la práctica periodística. Ello, además de los usuarios que, habilitados de periodistas, difundieron los rumores más inverosímiles (y, peor aún, desearon el fallecimiento del presidente escudándose en pura cháchara verbal que logra muchos likes al incentivar el odio pero que, junto con ello exhibe una enorme precariedad ética y moral).
Negar ese fenómeno en las redes es esconder la cabeza sobre una realidad que, además de todo, ayudó a fortalecer la imagen del presidente aún en medio de una política de comunicación social, oficial, desastrosa y a la que mucho se debe que se hubieran detonado tantos rumores.
Un periodista puede esperar a la información cierta si no tiene elementos para buscarla. No tiene porqué incurrir en excesos para los que después tendrá que disculparse o guardarse para sí la vergüenza de difundir bulos.
POR
MARCO LEVARIO TURCOTT
Director de etcétera