Como el presidente López Obrador tiene 75% de popularidad y no siente presión ciudadana, se puede dar el lujo de mantener alto el precio de la gasolina.
Si hubiera respetado la regla de precio de la gasolina establecida cuando el impopular “gasolinazo” de Peña Nieto, el litro estaría cuatro pesos más barato. ¿Por qué? Sencillo: el petróleo ha bajado diez dólares por barril y el tipo de cambio está menos caro.
El precio de la gasolina que pagamos los usuarios contiene un impuesto. Se llama Impuesto Especial sobre Producción y Servicios, IEPS por sus siglas. Cuando la administración Peña Nieto dio el golpe del gasolinazo, publicó una fórmula a través de la cual el precio fluctuaría en función de los precios internacionales del petróleo, pero anunció que para “suavizar” las subidas y bajadas del precio, el amortiguador sería un subsidio al impuesto que cobra el gobierno, el IEPS.
Así, desde enero de 2017 y hasta el final de su administración, los economistas de Peña Nieto ensanchaban y adelgazaban la recaudación del IEPS y su subsidio para mitigar el golpe a los consumidores. Por ejemplo, cuando aplicaron el “gasolinazo” cobraban 4.3 pesos de IEPS por litro de gasolina Magna, pero subsidiaban ese mismo litro con 3.2 pesos. En números redondos, recaudaban 1 peso de impuestos por cada litro de gasolina. Curiosamente, la nota indignante con la que se despidió ese sexenio fue que en su última quincena ya de plano les valió y cobraron el IEPS completo, no suavizaron nada: cobraron los 4 pesos completitos. Fue noticia de primera plana.
Y entró la “Cuarta Transformación”… y se siguió por ahí: sin suavizar nada, cobrando el IEPS completito, recaudando con ello una nada despreciable partida presupuestal. Y no sólo eso, tampoco tomó en cuenta que ahora el dólar está más abajo y el barril de petróleo más barato. Ambos datos deberían significar una gasolina más barata bajo la fórmula del sexenio anterior. No en el actual.
por Carlos Loret de Mola
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