lunes, octubre 7, 2024

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El muro y la grieta: Coahuila: foto documental y migración

No es ningún secreto la gran tradición de la fotografía documental y periodística en Coahuila: desde nombres como José Mora, Rubén García y Gabriel Berumen, Héctor García Bravo, Isidro Aguirre o el multipremiado Adolfo González –a quien ya nos hemos referido en este espacio.
Recién terminó con rotundo éxito la Feria Internacional del Libro Coahuila, cuyo tema de este año fue la migración, lo que da pretexto para comentar su profunda y fructífera relación con la fotografía documental contemporánea hecha en Coahuila.

Hay manos llenas de cicatrices, bocas rotas por la sed y el sol. Miradas expectantes. Diagonales y trayectorias que se fugan.
Trenes de carga, sueños en camino a algún punto de la frontera norte. Horizontes, paisajes áridos, vacío, incertidumbre. Padres e hijos, familiares, o sólo compañeros puestos por el azar en ese predicamento. Posibilidades que el camino depara: ¿Llegaremos? ¿Cómo?
En la mirada de los fotógrafos coahuilenses se registra y da testimonio de un complejo contexto histórico y social. Su mirada refleja y padece el mundo. Su mirada es también el mundo.
La mayoría de ellos, además de su trabajo diario se avocan proyectos personales surgidos de necesidades íntimas de expresión en torno a temas que le preocupan, yendo hacia el foto documentalismo.
Autores como Karla Itzel Ruiz, Héctor García, Miguel Sierra, Jetzabé Múzquiz y muchos otros, son autores dueños de una probada solvencia técnica; porque más allá de esta abierta intención documental o discurso político, ellos encuentran, ven y construyen las imágenes significativas de sucesos que conmueven desde una sensibilidad personalísima y una voluntad creadora. 
Crisis del periodismo
El teórico español Pepe Baeza, en su libro Por una función crítica de la fotografía de prensa, nos confronta con las problemáticas derivadas de una nueva encrucijada tecnológica, y de los cada vez más omnímodos poderes del capital como centro y control de toda intención crítica en los medios visuales de la actualidad. Para él, el periodismo actual se encuentra sumergido en una profunda crisis (La avasalladora irrupción de nuevos plataformas y modos de comunicación, la alianza de la objetividad periodística y su subordinación ante los poderes fácticos, políticos y económicos) Y con él, también el fotoperiodismo. Acorralado por estos poderes que cada vez desplazan con mayor fuerza su lugar dentro de los contenidos noticiosos; suplantado por una avalancha de imágenes que desinforman, banalizan e impulsan una postura cada vez más homogénea y conformista: una suerte de canon estético y político, la noción y el uso del fotoperiodismo urge de una sacudida y replanteamiento que le permita emerger en un contexto de perpetuo cambio.
Ya que “la imagen es uno de los soportes fundamentales de todas las estrategias contemporáneas de persuasión y de uniformización del gusto; es el más depurado mecanismo de control del mercado.” Y a estas corrientes de persuasión y fuerzas de control del mercado, lo que menos les interesa es la visión crítica, testimonial, incómoda, muchas veces a contracorriente, del fotoperiodismo.
La ruta, la vida
De ahí la urgencia y la necesidad de que el buen fotoperiodismo se siga ejerciendo, se siga promoviendo, se siga publicando y reconociendo. Ejemplo radical de esta apuesta es el caso de Héctor García, a quien su cobertura sobre el tema de los migrantes hace algunos años le provocó un accidente que casi le cuesta la vida.
En su conocido libro “La fotografía como documento social”, Gisele Freund nos recuerda que “Al abarcar más la mirada, el mundo se encoge”, es decir, las miradas y las vidas de los migrantes despliegan ante nosotros una narrativa que nos lleva, si no a mirar el mundo a través de sus ojos, sí a acercarnos a un fragmento de ese paisaje entrevisto en su fuga. La mirada del fotógrafo sobre el sujeto que mira un paisaje, un territorio que imprime su experiencia de sufrimiento, desolación o incertidumbre en la propia gestualidad del sujeto, un paisaje que se dibuja y se graba con una fuerza contundente en el rostro de estos personajes. Así, la mirada de estos autores construye un puente empático, un canal donde la distancia se diluye, y la experiencia ajena se trasvasa y nos alcanza, reafirmando una de las conclusiones de Freund, alcanzada ya por otros fotógrafos de prensa y también documentales a lo largo del siglo pasado: “El retrato individual se vuelve colectivo.” 

ALEJANDRO PÉREZ CERVANTES

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