De Roger Cícero Mac-Kinney (1929-2015)
“. . . tranquilo era Itzimná hasta esos años 30. Puertas y ventanas abiertas; vecinos identificados y con las simpatías y respetos compartidos, sin menosprecio de ninguna y por ninguna clase.
Generosos sus patios sembrados de buenos frutales, sus propietarios actuaban en consecuencia: las toronjas de casa de don fulanito, como las cajeras de doña perenganita, eran alabados por cualquiera, con pleno conocimiento de causa. Si doña Juanita, desde la reja, pedía unas hojas del aguacate “para su infusión del niño”, la respuesta no variaba: pasa a bajarlas y dale bien caliente esa infusión. Y vuelves a decirme cómo sigue —oía doña Juanita con el ánimo recuperado.
Esas conductas que se amasaban en la atmósfera del pueblo, producían pan bueno. Y hasta pudiera decirse que la gente de Itzimná le ponía al pan, de sus conductas, canela, anís, vainilla, esos sabores que se antojaban al instante de destapar su globo el panadero, y eran anunciados los sabores por los aromas que emanaban del globo, las conchas, las rosquitas, los escotafíes, cocotazos, cuernitos, y las hojaldras, patas, reinas, panetelas, los polvorones…Entre cuatro y seis de la tarde no había nada más grato al oído que las palmadas del panadero. Anticipaban en los labios el mordisco, la salivación se intensificaba y hasta se salía de los cauces. Podría lanzarse la tesis de que el pan bueno ha sido la causa del descontrol de las glándulas salivales , y el provocador de la frase: “se le chorrea la baba”, que tantas acepciones ha inspirado…Y para qué más.”
Fragmento de “La Casa” de Roger Cícero Mac-Kinney, Compañía Editorial de la Península, marzo 2004.
Lindo campechanito reparte “pan bueno” en su trici-globo
