viernes, julio 26, 2024

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Candidatos y seguidores, su lenguaje

Estamos entrando en los terrenos de las inminencias y ello está colocando la posibilidad de nuevos escenarios, con tintes de inéditos, en el país. La inminencia de lo que pueda pasar es lo que nos tiene en medio de confrontaciones de diversa índole, empezando por las verbales.
Hemos perdido de vista lo que puede provocar el uso del lenguaje; el lacerante y punzante insulto puede significar reacciones serias y violentas en los otros. Desde hace varios meses se usa el lenguaje para desacreditar; no importan las palabras que se utilicen, lo que importa es desacreditar, y para ello las palabras se convierten en algo así como un arma para dejar de ser un medio de comunicación y de debate.
Particularmente, en estos últimos días todo se ve y, quizá, esté encendido. Los candidatos ponen, en este sentido, su parte, y sus seguidores terminan por ser una réplica de ellos. Son quienes sobredimensionan sus mensajes y, con afanes partidistas y militantes, buscan a toda costa exponenciarlos.
Todo proceso electoral está cargado de incertidumbre. No sabemos quién vaya a ganar, por más que algún candidato lleve ventaja en las encuestas y en la percepción de los ciudadanos. La incertidumbre genera desconfianza y riesgos; no saber qué va a pasar lleva a escenarios que pueden terminar siendo inesperados e imprevisibles.
Sin embargo, ésta es una de las virtudes de la democracia. No saber quién va a ganar es dejar en el voto ciudadano la elección; y de eso es precisamente de lo que se trata.
Se trata de que sea la sociedad la que defina quién gana; es el momento en que cada uno de los votos es importante, sin importar quién lo emite. La democracia es la certidumbre del ciudadano y la incertidumbre del resultado.
El problema no está sólo en lo que digan los candidatos, sino en cómo los interpretan. Los seguidores escuchan y construyen su propio discurso en función de lo que escuchan y ven.
Las redes se ha venido convirtiendo en uno de los rings, para decirlo de alguna manera, de ello. Pasan a través de sus señales todo tipo de expresiones. No hay filtro y cómo se dice lo que se piensa, sin matices, se lanzan ideas que llegan a provocar consecuencias serias que pueden trascender y ofender.
Las grandes virtudes de las redes se diluyen cuando se convierten en centro de ataques anónimos. No es un tema propio de nuestro país, es cuestión de revisar lo que está pasando en tiempos electorales en Brasil y Colombia; y lo que sucedió hace pocos meses en Costa Rica y también lo que pasó en EUA, donde todavía no salen del lío.
No hay forma de frenar la vorágine. Estamos bajo escenarios en los que unos se han asumido como los “buenos”, calificando al mismo tiempo a quienes no piensan como ellos, como los “malos”.
Este maniqueísmo está haciendo mucho daño porque es la forma en que se descalifica y define a los adversarios y porque ha enrarecido, de manera cada vez más clara, el ambiente.
Lo más grave es que del insulto estamos pasando a las amenazas que llevan a terrenos en los que se pierde el control y la sensatez. Se entra en un especie de ley de la selva, en la que el enrarecimiento del ambiente hace posible que puedan presentarse situaciones inesperadas y, en algunos casos, lamentables.
Los candidatos deben pedirle tolerancia a sus seguidores. De alguna forma, los propios candidatos provocan los escenarios que tenemos, ya sea de manera directa o indirecta.
Todavía falta tiempo para el día de la elección y pueden pasar muchas cosas. Particularmente, estas dos semanas se han presentado en las redes hechos que han tenido repercusiones. Los casos Taibo y Alemán, sin compararlos, porque cada uno tiene sus propios referentes y su propia dinámica, muestran las pasiones y formas de interpretar lo que está pasando.
Parece que lo mejor es que lleguemos al 2 de julio, porque por ahora no se ve cómo sosegar el ambiente.
RESQUICIOS.
Nuevo capítulo del “sí, pero no”, ahora con los empresarios.

Javier Solórzano

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