viernes, julio 26, 2024

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Hoy se nos fue Martiniano…

Otro día triste… solo que hay de dias tristes a días muy tristes. Hoy es así.
Ha fallecido otro amigo, quien fuera mi jefe —uno de los más apreciados— y quien me dio entrada al Diario de Yucatán hace más de 3 décadas: Martiniano Alcocer Álvarez, sin duda el más completo periodista de esta época.
Víctima de Covid y complicaciones de otra índole, recientemente nos mantuvo al tanto de su ingreso hospitalario y sus pesares que “no le deseo a nadie”, hasta que ya no pudo informarnos más.
El 8 de abril apenas, el ticher Martiniano me pidió algo que no haré ni tampoco podré cumplir.
Un poco en broma y un mucho en serio, Martiniano no quería irse de este mundo en medio de los lamentos y los pesares que suelen repetir todos los que se quedan, cuando hablan del amigo fallecido.
Me escribió en WhatsApp y pidió:
“Si me marcho, recuerda Armando, que no vas a permitir elogios merecidos pero muy elogiosos”.
Días antes, por otro deceso, Martiniano me repetía “te encargo Armando que no dejes que nadie mienta sobre mi…” —siempre con la fina ironia propia de algunos “ex Diarios”.
Y no le puedo cumplir a Martiniano porque con él se va un poco de mi y porque tengo razones de sobra para elogiarlo, por tanto que nos dio.
Fue el primer jefe que tuve en la redacción del Diario de Yucatán (me recibió y me remitió al departamento de contrataciones) y él fue la persona que me dio mi primera comisión de trabajo luego de salir acompañando a otros grandes reporteros que había entonces.
Tras unas semanas a prueba, un día amaneció y al llegar al Diario me dijo: “hoy saldrás solo (ya sin acompañante) y vas a tu primera entrevista”. ¡El mundo se me venía encima!
La recuerdo perfecto: era ir a entrevistar al ingeniero Alberto Rosado Cáceres –experto apicultor– y el tema era sobre abejas: la producción de miel, la captación, la cosecha, las enfermedades, la africanización de los apiarios… y un largo etcétera que Martiniano amablemente me explicó, en aquella 1ª comisión de trabajo escrita a máquina —en media hoja tamaño carta, en “papel periódico”— que creo tener guardada aún.
Aquella nota salió en primera plana, “perfecta”, corregida y cuidada por Martiano. Era mi primera nota yo solito. Pero también una nota más que él había revisado. La más importante para mi.
Culto, preparado, purista del lenguaje, pero sobretodo deseoso de enseñar, algunos días después, me dio uno de los mejores consejos que hace 30 años pude recibir: “no uses grabadora”. Y se lo agradezco al alma porque gracias a eso, aprendí a usar la mejor grabadora que pude desarrollar en mis años de reportero: mi retentiva y con ello, aprendí a escuchar, anotar y luego repetirme dentro de la cabeza todo al grado de poder citar frases exactas y redactar notas solo apuntando jeroglíficos. Sin la falsa seguridad de haberla grabado.
Hay miles de anécdotas y cientos de agradecimientos para él y para todos los maestros que he tenido.
Hoy se nos fue Martiniano y no le puedo cumplir a lo que me pidió: hacerle “elogios merecidos y muy elogiosos”. Solo que yo tengo la conciencia tranquila: le pude decir desde siempre todo lo bueno que pensaba de él, darle las gracias —en vida hermano, en vida— por todo su legado, por su enorme enseñanza y paciencia pero sobretodo, por ese inmenso cariño y aprecio que le tuvo al Diario donde juntos estuvimos y que nos inculcó él a todos los reporteros, en aquellos tiempos donde eso era el pilar que sostenía la institución a la que él quiso mucho… y que todos llevamos en el corazón.
Adiós Tícher, no pude cumplir con tu encomienda: te voy a llorar, te voy a extrañar, fuiste grande, fuiste mucho para toda una generación que nos enorgulleció estar en aquel Diario, y que con tu cuidado y dedicación se construyó para todos sus lectores.
Descansa en Paz. Y mi abrazo para todos los tuyos.
(AEM 22/05/2021)

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