Andrés Manuel López Obrador olió la sangre de la victoria en Tamaulipas. La semana pasada instruyó a su coordinador electoral en esa región, Ricardo Monreal, comenzar la batalla contra el gobernador Francisco García Cabeza de Vaca, quien en junio de 2015, con una votación arrolladora, le arrebató al PRI el poder estatal que siempre habían tenido, con lo que demostró recursos políticos, económicos y capacidad de movilización, que tienen preocupado al puntero en las preferencias presidenciales. La motivación de López Obrador debe ser preventiva, ya que avanza -según las encuestas- a conquistar el estado, y debe querer que nadie se lo impida. El problema es el patrón nacional donde se han roto las normas de convivencia y se está arrastrando a los ciudadanos al estado primario en el que se encuentran combatiendo los actores políticos.
La semana pasada Monreal ofreció una conferencia de prensa en Ciudad Madero, donde que nadie imaginaba en dónde terminaría. “Le hago un llamado al gobernador para que no meta las manos, ni él, ni su gente”, comenzó Monreal sin mostrar evidencia que apoyara su denuncia sobre injerencia ilegal en el proceso electoral. “Hemos tenido una actitud de respeto para él. No queremos que esa actitud se pierda. Andrés le manda decir al gobernador que no se meta. Por mi conducto, le manda decir que no actúa de manera ilegal”.
La prensa tamaulipeca buscó al gobernador García Cabeza de Vaca para conocer lo que pensaba de las imputaciones de Monreal, y conforme avanzaba su respuesta, el lenguaje fue subiendo de tono, semántico y acusatorio. “Hemos sido muy respetuosos del proceso electoral, pero en particular hemos sido muy respetuosos con las leyes electorales en Tamaulipas”, comenzó. “Si existe algún elemento que tenga él conocimiento o alguien de algún partido político de irregularidades en el proceso electoral, que meta las denuncias correspondientes. Nosotros nos vamos a mantener firmes en nuestras convicciones de apoyar y respaldar todas las acciones que sean encaminadas a desarrollar un proceso democrático”.
Entonces, se dispararon los cañonazos. “Yo le recordaría a él”, dijo García Cabeza de Vaca de Monreal, “que lo corrieron de la Ciudad de México por corrupto. Por eso no fue candidato a (la jefatura de gobierno de) la Ciudad de México. Esa no es una presunción, es una realidad. Que no venga a descargar su ira e impotencia con esa actitud amenazante que no ayuda en nada a este proceso electoral”. La respuesta de Monreal llegó cargada de ira:
“Llamé de manera respetuosa a que el gobernador sacara las manos y los pies (eso no lo dijo en un principio) del proceso. Era un llamado respetuoso pero reaccionó de manera violenta el gobernador del estado de Tamaulipas. Yo le recuerdo que una de las características que debes asumir como gobernante es la prudencia, la serenidad, la sensatez; no el hígado porque siempre pierdes. Hice señalamientos puntuales en un afán de buena fe. Reaccionó violentamente e hizo una acusación. Le exijo que lo demuestre. Dijo que había salido de la Ciudad de México por corrupción. Tengo 40 años en el servicio público; he sido tres veces diputado; dos veces senador; gobernador y delegado de la Cuauhtémoc.
“No voy a permitir que un gobernador como él esté difamando. Por eso le exijo que demuestre en qué parte, con qué juez, o con qué órgano de control estoy acusado y sancionado por corrupción. Y si no, que se retracte y ofrezca una disculpa. Yo tengo expedientes, lo recordarás gobernador, del 2009, de la averiguación de la SIEDO, la 012, y sabes muy bien a lo que me refiero. No sé por qué estás gobernando. No sé por qué estás impune, pero es un asunto de la autoridad que tendrá que responder”.
La averiguación a la quese refirió Monreal es la PGR/SIEDO/UEJDCS/012/2009, que contiene la declaración ministerial de Antonio Peña Argüelles, a quien una corte federal en San Antonio encontró culpable en 2014 de haber lavado dinero para el Cártel del Golfo y Los Zetas, así como de haber sido intermediario entre esas organizaciones criminales y el exgobernador de Tamaulipas, Tomás Yarrington, quien enfrenta un proceso en Estados Unidos como parte orgánica de esos cárteles. Peña Argüelles declaró que en 2004 le pidió Yarrington conseguir apoyos económicos del Cártel del Golfo para inyectar a la campaña de García Cabeza de Vaca a la alcaldía de Reynosa. La investigación, hasta donde se sabe, sigue abierta.
Monreal fue más allá en el reto al gobernador. “Estoy acostumbrado a enfrentarme a sátrapas, a tiranos, a este tipo de personajes autoritarios”, dijo. “No les tengo temor. No soy tu lacayo ni tu bufón. No te estás enfrentando con uno de tus lambiscones. Te voy a enfrentar con la ley en la mano”.
A la velocidad de una declaración y una respuesta, el conflicto electoral se volvió en uno judicial, pendenciero, amenazante y totalmente alejado del proceso democrático en el que todos pregonan se encuentra México. Qué más falsedad en la retórica extendida que lo que desnuda este episodio. Vivimos en un conflicto que cada vez profundiza su división, alimentados por un espíritu vengativo, abundante en intolerancias, donde las pieles son muy suaves y los rencores muy profundos. Ya no hay puntos medios. La polarización dejó de ser polar y tiene múltiples expresiones de discordia y encono. El 1 de julio no será el mejor o el peor día de unos y otros tras el resultado electoral. El día 2, si las cosas siguen por este derrotero, empezaremos a ver el fruto de nuestra furia.
Raymundo Riva Palacio