De nuevo estamos en el dilema de regresar o no a clases presenciales y a los centros de trabajo ante la presencia cada vez más ruda de la variante de Covid-19 Ómicron.
El punto de partida es el diagnóstico sobre cómo y dónde se están presentando los contagios. En las grandes ciudades las posibilidades de ello son manifiestas, no es casual que el gobierno de la capital haya decidido suspender las fiestas de fin de año en el Zócalo y en general en todas las alcaldías.
Sin embargo, lo que un primer momento fue una decisión sensata días después se ha convertido en una contradicción. La perfilada Jefa de Gobierno ha manifestado que se debe regresar a clases presenciales, en una declaración más que se suma a lo que dice el Presidente. Por un lado, se suspenden reuniones públicas y por el otro se pide que se regrese a clases presenciales sin considerar en dónde están presentándose el mayor número de contagios en la Ciudad de México.
El Presidente ha puesto de su parte. Ha hablado indistintamente de que las universidades “ya se pasaron” y que tienen que regresar a clases presenciales y, por otro lado, reclama a quienes alertan sobre el estado de las cosas a “que no infundan miedo” ante el alza de contagios por Ómicron. A esto se suma, como mencionamos ayer, que el multicitado vocero dice que la variante está sobrevalorada.
Una variable cada vez más importante es la que tiene que ver con relevancia de vacunar a los menores de edad ante lo cual el gobierno se ha negado, siendo que en buena parte del mundo se ha considerado como una estrategia eficaz. El proceso de vacunación por más que diariamente nos digan que llegan y llegan vacunas sigue siendo limitado, en México han sido vacunados con la dosis completa arriba del 50%.
Desde donde se vea, los escenarios son contradictorios. Estos días hemos visto en buena parte del país cómo muchos ciudadanos han acudido a centros de salud para hacerse pruebas. Será por las razones que se quiera, pero es evidente que se están pasando por alto los lineamientos del gobierno, lo cual es un asunto delicado porque algo están viendo los ciudadanos que no les cuadra en sus vidas y, por lo tanto, están haciéndose todo tipo de pruebas sin seguir necesariamente las pautas oficiales.
No todo el país está bajo la misma dinámica. Insistimos en la regionalización porque las grandes concentraciones de población son las que provocan en buena medida los contagios.
El gobierno debe tener un diagnóstico preciso sobre el estado de las cosas. Diariamente recibe información y tiene un registro diario estado por estado. Debe saber en dónde se concentra el mayor número de casos, lo cual debiera ser ocasión para el desarrollo de sus estrategias.
No queda claro por ahora si estamos ante la inminencia de lo que se conoce como la cuarta ola de contagios. Sin embargo, la situación está siendo cada vez más complicada por el incremento de contagios y porque hay muchas secuelas que no se acaban de conocer del todo sobre Ómicron.
Ayer se informó que se sumaron 15 mil nuevos contagios en un día y 130 muertes adicionales, hay más de 61.000 casos activos. El número de personas fallecidas, según la información oficial, es de 299 mil 711, número que se asegura con bases que más bien podría ser el doble en función de muchas muertes que no han sido consideradas, derivadas del Covid y de muchas familias que no han sabido de qué murieron sus cercanos.
Es cierto que la capacidad hospitalaria en este momento puede ayudar a responder el escenario que se presume está por llegar. El problema está en que todo indica que se vienen días aciagos y que tenemos que diseñar a nivel nacional estrategias precisas.
Es un asunto de miedo, es un asunto de precaución.
RESQUICIOS
Vamos directo a una rebatinga por las firmas para apoyar el ejercicio de revocación de mandato. Sin duda muchas de ellas son efectivas, pero otras las quieren meter por la puerta de atrás; se acerca otro agarrón.
Javier Solórzano