lunes, diciembre 2, 2024

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Que la paz sea contigo,

Visto desde el exterior, es fascinante preguntarse por qué el presidente regresa una y otra vez (y no con ánimo conciliatorio y concluyente) al 2006. Con dificultad esconde la irritación que le genera lo ocurrido hace 13 años. Supongo que es normal que en el paisaje de su alma emerjan agravios que en algún momento se ha cobrado y se querrá cobrar, disponiendo de un poder enorme como el que tiene el inquilino del Palacio. El rememorar pasadas ofensas y cobrar facturas no es inocuo. Satisface, pero también consume energía y en última instancia pasa factura al vengador. Edmond Dantés (El Conde de Montecristo) es el mejor ejemplo. La venganza lo sacia momentáneamente, pero cada golpe lo transforma y lo vacia. Al mismo tiempo, me pregunto si la secuencia de indiscutibles éxitos que ha logrado coleccionar no le da como para ir archivando en su fuero interno esos capítulos de la historia reciente que claramente lo distraen de los temas del día y, sobre todo, le restan energía para enfrentar el futuro.

El mandatario puede seguir recordando los tiempos en los cuales era estigmatizado desde el poder y severamente golpeado desde distintos frentes, pero en 2018 consiguió un enorme triunfo electoral, un poder descomunal y un enorme aprecio de la gente. Me he preguntado siempre si eso no basta para consolarlo y olvidarse del asunto más de tres días seguidos y no volver nuevamente a él en la conferencia mañanera. Hay momentos en los cuales pienso que es como un joven apasionado, quien fue rechazado por la familia de su amada para contraer nupcias en su momento y después por audacia, persistencia y encanto, logra seducirla y una vez en el tálamo nupcial lanza parrafadas contra su familia política porque en su momento no lo quisieron, en vez de disfrutar cálidamente su conquista.

El hubiese no existe o no es útil para el ejercicio del gobierno porque es como preguntarse qué hubiese pasado si Hillary Clinton hubiese ganado y no Trump. Es divertido para un ensayo, pero inútil para un político. Las cosas son como son y no como hubiesen podido haber sido. Me parece que, de todos los ejercicios políticos, el más inútil es que, desde el poder, se discuta cómo hubiese sido éste en vez de constituirse como está. A estas alturas, hay que recordar que las cosas son y no pueden ser de otra forma. Por tanto, si en los pliegues del alma del presidente los agravios y resentimientos siguen vivos, le quitan la energía y la generosidad necesaria para conducir al país que hoy se le ha entregado. Si él todavía nutre resentimientos contra los artífices de aquella campaña, debería recordar también que muchos de ellos grabaron un video almibarado hasta el servilismo, reconociendo su triunfo y poniéndose a sus órdenes. ¿No es suficiente eso para cerrar el capítulo de los fraudes electorales y las divisiones del país? A mí me parece que, no hacerlo, es regresar a viejas polémicas, como si cada vez que ocurre algo en el futbol repitiéramos que, sin el penal marcado a Holanda, hubiésemos sido campeones del mundo. Tal vez, pero eso no ayuda al futbol nacional a tener mejores logros o a discutir la alineación que debería convocar el entrenador.

Leonardo Curzio

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