Recientemente se ha dado por calificar a las redes sociales como “benditas”. Vaya calificativo, cuando esas redes pueden están conformadas no solo por humanos, muchos bien intencionados y otros no tanto, sino también por los llamados bots. En efecto, un buen número de las redes sociales son parcialmente alimentadas por robots informáticos, ya sea tanto por motivos políticos como por comerciales. Esos robots no están hechos de fierros como los comunes y corrientes, sino de códigos computacionales que pueden imitar de manera extraordinaria el lenguaje humano.
Así que no creo que sean benditas las redes sociales. Las que sí son benditas, y mucho, son las remesas que nuestros paisanos envían desde el extranjero, especialmente desde Estados Unidos. Particularmente en los momentos de una recesión económica como la actual, el dinero enviado a sus familias por los mexicanos en el extranjero representa, literalmente, una bocanada de aire puro para México. Para poner en perspectiva lo anterior, baste señalar que nada más de enero a octubre de este año las remesas totales ya han sido mayores a los treinta mil millones de dólares. Esto significa que a fines de este año las contribuciones de nuestros compatriotas en el extranjero podrían casi llegar al 3% de nuestro producto interno bruto. Ni más ni menos.
La magnitud de esas remesas es tan grande que, sobra añadir, las actuales autoridades ya están festejando ese logro como si fuera de ellos. Pero eso es profundamente injusto. La gran diáspora mexicana que tuvo lugar en el Siglo XX, y que sigue aún dándose en el Siglo XXI, fue consecuencia de la falta de oportunidades y de la penosa distribución del ingreso que ha persistido desde hace siglos en nuestro país. Quienes están enviando las remesas no son solamente los migrantes recientes, sino también los descendientes de mexicanos de segunda y hasta tercera generación. Más aún, el festejo no es solamente injusto, sino incorrecto: parte del reciente incremento en las remesas puede ser debido, entre otros factores, a la frágil situación económica por la que pasa nuestro país actualmente.
En término del número de migrantes que se vieron forzados a abandonar su patria, la diáspora mexicana ha sido una de las más grandes que se ha registrado en la historia de la humanidad. De hecho, en estos momentos solamente la India tiene un número mayor de migrantes residiendo fuera de su país. Los expertos estiman que los migrantes mexicanos que viven tan solo en Estados Unidos exceden los 12 millones, siendo aproximadamente la mitad de ellos indocumentados. Más aún, si a esa docena de millones se agregan los descendientes de mexicanos de segunda y tercera generación, la cifra total excedería los 35 millones de personas.
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Carlos M. Urzua