La coyuntura en que está el PRI lo puede llevar a escenarios en que no sería exagerado decir que pudiera desaparecer como lo hemos conocido hasta ahora, de alguna manera el partido se ha ido diluyendo, pero paradójicamente las coyunturas le pueden dar vida.
No se vislumbra que en las elecciones del año que entra en varios estados pudiera salir victorioso. Más bien todo apunta a que perderá lo que todavía le queda.
En las elecciones de este año logró buenas votaciones en varios estados producto del priismo que todavía existe y también porque varios gobernadores echaron a andar sus maquinarias, otros gobernadores del tricolor optaron por hacerse a un lado no vaya a ser que les abrieran sus cajones.
Morena y el Presidente menospreciaron el año pasado la capacidad de maniobra de los gobernadores de Coahuila e Hidalgo. Creyeron, como les pasó este año, que con el puro nombre del partido del Presidente iban a ganar las elecciones. Coahuila e Hidalgo quedaron en manos del PRI el año pasado, porque es probable que los gobernadores hayan movido sus maquinarias.
La coyuntura política está colocando al tricolor en medio de decisiones en las que decida lo que decida habrá repercusiones. Estos días en el PRI se tomó una decisión interna que habrá que ver qué lectura le da el Presidente. El no permitirle al exgobernador de Sinaloa Quirino Ordaz aceptar la embajada de México en España es un mensaje con santo y seña al inquilino de Palacio Nacional.
Sin embargo, la gran decisión para los próximos meses tiene que ver con la reforma eléctrica. Si lo de Quirino es un saque de lo que va a decidir el PRI de manera autónoma y sin dejarse presionar, podría conservar la fuerza de un partido que todavía tiene peso.
Lo que decida el PRI respecto a la reforma va a determinar su destino. El gran problema que tienen muchos priistas es que parece que el Presidente los tiene agarrados del cuello, pareciera que sus cabezas más visibles tienen cola que les pisen.
Por más precario que sea el futuro político para la oposición, el PRI, a través de Va por México, es una pieza clave, porque tiene fortalezas y en algunos municipios conserva la fidelidad de sus militantes. No vemos por ahora cómo esta alianza pueda vencer a Morena y a la perfilada del Presidente, pero no hay duda de que la elección del 24 deberá formar parte de una estrategia en la que el Congreso y algunos estados entren en una dinámica distinta a la de hoy, dinámica que todo parece indicar que en las elecciones para gobernadores del año que entra se fortalecerá.
Lo que decida el PRI respecto a la reforma lo va a marcar por los próximos tres años. No vemos cómo pueda mantenerse en Va por México si aprueba la reforma como se lo está pidiendo, o quizá exigiendo, el Presidente, quien los colocó ante una disyuntiva cuestionable: “Cárdenas o Salinas”.
Para el PAN y el PRD la reforma eléctrica es inaceptable en los términos en que está. López Obrador no quiere cambiarle ni una coma, lo cual coloca no sólo al PRI, sino también al interior de Morena en terrenos difíciles para la negociación.
En el PRI deberían preguntarse cómo enfrentar las decisiones, porque lo que hagan va a afectarles de una u otra manera sin soslayar que se puede construir futuro.
Subirse al carrito del PRIMor y aceptar reglas y condiciones los van a llevar a un destino fatal. No se trata de decir no por principio a la reforma, se trata de pensar la importancia que ha ido adquiriendo la alianza, lo que puede producir para la pluralidad, la importancia de discutir una reforma que como viene provoca infinidad de dudas y en el camino sería sensato que les dé por pensar en México tengan cola o cajones que les abran.
RESQUICIOS
Echada a andar la sucesión presidencial por López Obrador empieza a surgir los “máscara contra cabellera” internos. Por ahora no se vislumbra que vaya a haber acuerdos entre las corcholatas y en dos años va a ser más difícil, por más que se pegue en la mesa.
Javier Solórzano