A pesar de que en México se había logrado erradicar el sarampión, en lo que va del año se han confirmado 12 casos, de acuerdo con información de la Secretaría de Salud, lo que encendió la alerta entre las autoridades sanitarias y la población, pues a pesar de que no es una pandemia ni se trata de casos surgidos en nuestro país, sino que el virus ha sido traído por personas de otros lugares del mundo, deben extremarse los cuidados preventivos para evitar que más personas contraigan esa enfermedad.
Las entidades en donde se encuentran las personas infectadas por el virus que ocasiona el sarampión son los estados de México, Nuevo León, Quintana Roo, Chihuahua y San Luis Potosí; diez de las personas afectadas son mujeres y dos son hombres; el rango de edad va de los 10 meses a los 54 años.
La última epidemia de sarampión en México fue entre 1989 y 1990, lapso en el que se registraron 89 163 casos. En 1995 se presentó el último caso autóctono, es decir surgido en el país.
De 2000 a 2019 se han dado 185 casos en México, todos de ellos importados, incluyendo los más recientes, de acuerdo con el Boletín Epidemiológico de la Secretaría de Salud.
Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que de enero a julio de 2019 se reportaron en el mundo 364 808 casos de sarampión, tres veces más que los 129 239 que se tuvo registro en el mismo período de 2018. La explicación a este incremento está en la falta de higiene, de acceso a servicios de salud y de vacunación.
Ante la presencia de nuevos casos de sarampión en México en el último año, recientemente el presidente de la República aseguró que ya se aprobó la adquisición de 3.8 millones de vacunas que, sin embargo, no estarán disponibles antes de diciembre.
La vacuna es fundamental
El médico inglés Edward Jenner, conocido como el padre de la inmunología, fue el primero en desarrollar la vacuna antivariólica a finales de 1700. Desde entonces, ese método salvó muchas vidas, pero también encontró resistencias entre muchas personas que difundían información errónea para evitar que las personas se vacunaran.
A pesar del beneficio demostrado por las vacunas a lo largo del tiempo, no han dejado de aparecer grupos que están contra su aplicación; en pleno siglo XXI muchos se oponen a reconocer los avances científicos y evitan proteger la salud de los niños con las vacunas, poniendo en grave riesgo la salud e inclusive la vida de los pequeños.
Uno de los más graves daños al respecto, directamente relacionado con el regreso del sarampión, que gracias a las vacunas se había reducido significativamente en el mundo y desaparecido en varios países, se dio en 1998 después de que la revista The Lancet, una de las publicaciones médicas de mayor prestigio mundial, publicó un artículo del canadiense Andrew Wakefield en el que afirmaba que la vacuna trivalente (sarampión, parotiditis y rubeola) incrementaba el riesgo de padecer autismo.
Esta versión expandió un temor científicamente infundado que aprovecharon grupos antivacunas para influir en la decisión de muchas personas en todo el planeta que decidieron no vacunar a sus hijos.
A pesar de que la revista The Lancet reconoció que no había revisado el artículo y señaló después que lo afirmado en él no tenía sustento real, muchas personas dejaron de proteger la salud, principalmente de los niños, al no permitir que fuesen vacunados bajo ninguna circunstancia. La Asociación Médica Británica actuó en consecuencia y prohibió a Wakefield ejercer su profesión en todo el Reino Unido. Sin embargo, el daño ya estaba hecho.
Cómo prevenir el sarampión
La Clínica Mayo destaca que el sarampión es una enfermedad altamente contagiosa causada por un virus que se reproduce en la nariz y en la garganta de un niño o adulto infectado. Cuando una persona con sarampión tose, estornuda o habla, expulsa al aire gotas infectadas que otras personas pueden inhalar.
Las gotas infectadas también pueden depositarse sobre una superficie, donde permanecen activas y contagiosas durante varias horas. Si una persona se toca la boca, la nariz o los ojos con los dedos luego de tocar una superficie infectada, puede contraer el virus.
La infección e incubación se da durante los primeros 10 a 14 días después de contraer la infección. Durante ese período no se presentan signos ni síntomas.
El sarampión generalmente comienza a manifestarse con fiebre de leve a moderada, acompañada de tos constante, resfrío, ojos inflamados y dolor de garganta, lo que pude durar de dos a tres días.
Cuando la enfermedad ya es aguda, aparece una erupción cutánea. La erupción primero aparece en el rostro, posteriormente se esparce por los brazos y el tronco, y luego por los muslos, las piernas y los pies. Al mismo tiempo, la fiebre aumenta abruptamente; a menudo alcanza los 40 a 41 grados centígrados.
Según el Programa Universal de Vacunación, la mejor protección contra el sarampión para los niños, es la vacuna triple viral (que protege contra sarampión, rubeola y parotiditis), y para adolescentes y adultos, la doble viral (sarampión y rubeola).
Quienes padecieron sarampión cuando eran niños o adolescentes, no corren riesgo de padecer nuevamente esta enfermedad y no es necesario que se vacunen nuevamente.
Entre las recomendaciones de higiene a seguir, las autoridades sanitarias destacan lavarse las manos con frecuencia, no compartir alimentos ni objetos, no saludar de mano o beso y, al estornudar, no cubrirse la boca con la mano sino con la parte interna del brazo.
Los síntomas que se presentan son fiebre, enrojecimiento de ojos (cuadro similar a la gripa) con congestión nasal y tos, así como manchas en cara, cuello y resto del cuerpo.
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