La historia ya ha ido definiendo la decisión del gobierno de no detener a Ovidio Guzmán.
Culiacán vivió un día de locos cuando se intentó detener a quien parece ser la figura más visible e influyente de los hijos de El Chapo Guzmán. Fue de locos por lo que provocó y por sus secuelas. Las cosas no llegaron más lejos, porque se optó por dejar en su casa a Ovidio, a pesar de tenerlo detenido.
Todo llegó al límite, porque fueron las propias autoridades las que lo provocaron. La importancia del operativo obligaba a un trabajo detallado con el mínimo de margen de error. Lo que hicieron fue exactamente lo contrario, empezando por poner en vilo a Culiacán durante horas en una jornada que bien pudo evitarse y tener una mejor coordinación.
Resulta cerca del absurdo el hecho de que en el diagnóstico del operativo no hubieran tenido en claro lo que podría ocurrir al enfrentar a un cártel tan bien estructurado, poderoso y, lo más importante, correr el riesgo de enfrentarlo en su propio territorio.
A las autoridades no les quedó penosamente de otra que escuchar pacientemente la llamada del hijo de El Chapo, quien le pedía a sus huestes que “pararán” porque las cosas ya se estaban solucionando. Las fuerzas de seguridad tuvieron que penosamente, insistimos en ello, retirarse para que Ovidio seguramente entrara a su casa para que, suponemos, le dieran de comer quizá un caldo de camarón para el pequeño susto.
Las primeras explicaciones fueron confusas y contradictorias. Se dijo que la decisión del operativo había sido de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana. Posteriormente, fue el Presidente quien asumió la responsabilidad sobre la liberación de Ovidio teniendo a su lado a Alfonso Durazo, quien seguía tratando de explicar lo inexplicable. Se hizo, se dijo, porque la población estaba en medio de un altísimo riesgo, el cual absurdamente no habían contemplado; por cierto Durazo es hoy gobernador de Sonora.
Escuchando voces de especialistas hay coincidencias en el sentido de que se estaba en el preámbulo de un escenario violento de secuelas incontrolables que afectarían a miles de personas en Culiacán.
Días después el Presidente reconoció el error del operativo, a la vez que asumió en definitiva la responsabilidad, la cual, recordemos, en los primeros momentos no fue suficientemente establecida.
Al paso del tiempo el llamado Cártel de Sinaloa sigue intocado. Incluso se dio el caso de que de manera inopinada el Presidente tuviera un gesto con la mamá de Joaquín Guzmán Loera. Pudo haberla saludado a la distancia, pero no lo hizo, provocando que se cargara lo sucedido de interpretaciones atendibles, de las cuales el Presidente no está exento.
EU está enviándole a México un mensaje con la recompensa al ofrecer 5 mdd por información sobre los hijos de Guzmán Loera. No hay indicios de que el gobierno mexicano esté atacando al Cártel de Culiacán de la misma manera en que lo está haciendo con el Cártel Jalisco Nueva Generación, CJNG.
La lógica indicaba que después del frustrado intento por detener a Ovidio se diseñara una estrategia para buscar la manera de desarticular al cártel. Nadie piensa que una tarea de esta naturaleza sea sencilla por la capacidad de reproducción que tienen los cárteles, pero desde EU ven a los hijos de El Chapo intocados, siendo, paradójicamente, que ellos tienen a su papá detenido y sentenciado.
Hay una parte de la historia que ya juzgó al gobierno mexicano sobre este lance. El frustrado operativo es uno de los elementos de definición e historia del presente gobierno.
RESQUICIOS
El primer trimestre va a estar cargado de temas que trascenderán a la vida del país. Si se logra un parlamento abierto, plural y participativo que trascienda y que lleve a que la Reforma Eléctrica sea aprobada en términos de un futuro posible como parte del mundo, daremos un paso histórico ajeno a imposiciones.
Javier Solórzano